Brenda, mi cuñada (parte 4/6)

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Pude haberme quedado horas lamiendo esas tetas deliciosas, pero aún teníamos mucho tiempo y más lugares que explorar y disfrutar. Cambiamos de posición y la acosté boca abajo, esa fue la estampa que más deseos tenía de ver, ella acostada boca abajo, solo usando una diminuta tanga con sus deliciosas nalgas frente a mí, contoneándolas para mi deleite. Tantas ganas tenía de ver eso, que me di mi tiempo para contemplarlas, me senté en una silla frente a la cama mientras contemplaba la escena y saboreaba todo lo que iba a comerme. Estuve así entre 5 y 10 minutos, Brenda sabía que yo quería grabar ese momento para siempre, quizá en otra ocasión volveríamos a estar juntos, pero esa era la primera vez para nosotros y no quería olvidar ningún detalle, así que ella solo se dedicó a dejarse contemplar y contonearse para mí.

Regresé a la cama, de rodillas sobre ella, hice su cabello a un lado y empecé a besar su cuello y su espalda, me tomé mi tiempo para recorrer cada centímetro de su piel, besarla, saborearla, recorrer su cuerpo con mis manos y lentamente bajar hacia lo que más me gustaba de ella, sus nalgas. Mi lengua recorrió sin descanso toda su espalda hasta que llegué a su zona lumbar, lo que tanto deseaba ya lo tenía a escasos centímetros de mí. Seguí bajando hasta empezar a notar la suavidad de sus nalgas, la curva desde donde ascienden. La tersura de su piel se sentía como terciopelo y destilaba un embriagante aroma a sexo, pues aún estaba impregnada por su orgasmo anterior. Sin quitarle la tanga seguí recorriendo la redondez de cada una de sus deliciosas nalgas, no sé si han notado que cada parte del cuerpo tiene un sabor diferente, pues bueno, esa zona era la más deliciosa de lo que había probado de ella hasta ahora. Mi lengua recorría el pliegue entre sus dos preciosas nalgas, de arriba a abajo, el aroma de sus jugos me llenaba, presionaba mi cara entre sus nalgas y firmes, redondas, turgentes, suaves y aterciopeladas y eran hermosas, eran todo lo que podía desear, eran perfectas. Un lunar negro se asomaba a la izquierda del pliegue entre ellas, lo que hacía que me gustaran más. Después con mis dientes empecé a quitarle esa tanga color morado, mientas la bajaba volvía a recorrer con mi lengua cada rincón de sus nalgas. La volteé para poder quitarle la tanga por completo, seguí quitándosela con los dientes. Levantó las piernas para por fin quitársela y al sacarla y aventarla, las bajó al momento que las abría, invitándome a contemplar lo que había entre ellas mientas se acariciaba las tetas y hacía gestos de placer. Rápidamente me fui sobre su vulva, esa hermosa chocha que lucía un depilado “militar” y noté que estaba muy mojada, no por lo que había pasado antes precisamente, sino porque estaba lista para más. Llevé mi cara hacia ella, quise llenarme del aroma de su chocha, sus labios color canela parecían palpitar y dejaban ver entre ellos el rosado de una húmeda y deliciosa vagina que esperaba ser penetrada, pero antes quería hacer otra cosa. Siempre me he jactado de ser muy bueno para hacer sexo oral a una mujer, todas mis parejas anteriores lo habían dicho y constantemente me pedían que se los hiciera, incluso hubo una que prefería que se la lamiera a que se la metiera. Bueno, me dispuse a hacer gala de mis habilidades lingüísticas y empecé a besar lenta y dulcemente sus labios mayores, su monte de Venus, recorrerlos con mi lengua. Poco a poco me acercaba a sus labios menores, los abría con mi lengua y apenas tocaba la entrada de su vagina, cada vez que hacía esto ella se estremecía. Cuando sentí que era el momento adecuado, la punta de mi lengua se abrió paso hacia arriba entre sus labios menores buscando su clítoris, rápidamente lo encontré y al rozarlo suavemente sentí como se estremeció y se retorció de placer, mientras dejaba escapar un agudo y largo gemido, parecía que nunca había sentido ese tipo de placer. Su clítoris inmediatamente se erizó y sentí como se puso más duro, los movimientos de mi lengua hacia arriba y hacia abajo, sin ser agresivos ni muy suaves, ella gemía cada vez más fuerte, tomó mi cabeza con sus manos y la presionaba contra su chocha que rebosaba de jugos. !Así! !Así! !Más! Gritaba ella cuando sentí como empezó a temblar más fuerte para luego tensar sus piernas, sus manos apretaron mi pelo y apretaban más mi cara en su chocha que ya de por si chorreaba, ahora en el éxtasis de otra venida me bañaba de sus jugos, sus deliciosos jugos que no desprecié y tragué lo que pude. Ese fue el tercer orgasmo de la noche.

La dejé recuperarse mientras yo besaba sus tetas, cuando volvió en si me dijo “Nunca me habían hecho algo así, fue lo más rico que haya sentido” (No concibo vivir en un mundo donde las mujeres no reciben buen sexo oral) a la vez que se levantaba de la cama y yo tras ella, nos quedamos de pie unos momentos, abrazados, recorriendo nuestros cuerpos que ahora estaban impregnados de sudor, saliva, semen, fluidos vaginales, olíamos a sexo puro y nos encantaba. Habíamos hecho hasta ese momento varias cosas y había habido varios orgasmos, pero aún no pasaba lo que esperábamos desde el principio, quería estar dentro de ella y ella quería que estuviera dentro de ella.

 

Continuará...


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