Mi piel pesa, como una vestimenta prestada que abriga y no conforta.
La artificialidad me asfixia, necesito librarme de esta indumentaria en forma de piel, que me aprisiona y no permite sentir quien soy.
No encajo en este mundo, o el mundo no cabe en mí.
Desde donde estoy, soy como una hormiga soldado solitaria abandonada que llora, por no tener armas que luchar.
Desde abajo no puedo apreciar los detalles que me rodean, no sé de donde vienen los espinos.
Cuando duermo, sueño que estoy en lo más alto de los cielos, pero cuando despierto lo veo inalcanzable y me entristezco.
Si pudiera transformar mi piel humana en plumas de águilas, volaría alto sobre las nubes y desde arriba podría apreciar los detalles que me rodean, los campos de margaritas, los lirios enamorando las rosas, la hierba verde fresca vigilante cubriendo la tierra, como si la intentara proteger de los humanos nefastos y destructivos.
Desde arriba seria como atalaya observando los enemigos que se acercan, esperándolos cargada de municiones de té perdono.
La piel que me cubre no es mía.
Es de tono impotencia con heridas invisibles, con olor a decepción de vivir como vivo.
¡No la suporto!
Me aprisiona y no me deja descubrir quién soy.
Con un puñal enemigo, acariciare mis venas que gotean, gotean, gotean y goteando esperanzas, lograré entrar en sueño.
Sueño dulce que me hará despertar en metamorfosis de libertad.
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