La pasante (parte 1/5)

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En ese entonces trabajaba en una clínica que contaba con escuela de enfermería, así que muchas alumnas rotaban por mi área, varias de ellas a mi cargo. Para mí era un placer tenerlas, no solo porque aligeraban el trabajo, sino porque desde hace mucho tiempo he tenido un fetiche con las enfermeras, no con mujeres disfrazadas de enfermeras, sino con enfermeras reales, supongo que mi profesión de médico era la causa de ello. Era común que las alumnas me buscaran para cosas extra académicas, esto incluía citas y propuestas sexuales, siendo yo una figura de autoridad en el lugar, siendo su superior y quien las calificaba era de esperarse que algunas lo hicieran. Varias veces recibí por WhatsApp o por correo electrónico fotos de alumnas en ropa interior o desnudas, pidiéndome favores que iban desde quitarles faltas para que tuvieran derecho a examen hasta darles el pase cuando estaban totalmente reprobadas. Aunque siempre he sido un calenturiento, el sentido del deber estaba por encima de todo y siempre me rehusé a tener sexo con las alumnas, algunas aún eran menores de edad, además no quería meterme en problemas y con eso que ahora todo graban o toman fotos tampoco quería destruir mi reputación, ya me había enterado de situaciones en que alumnas le tendían trampa a algún maestro para que las pasara en su materia a cambio de sexo, lo citaban en lugares y le tomaban fotos o video, luego amenazaban con mostrarlo a su esposa o a los medios. Hasta ahora no había pasado en la institución donde estaba y no quise ser el primero. Yo no estaba casado en ese entonces, pero preferí no tentar al diablo, incluso nunca guardaba las fotos que recibía, las eliminaba en el momento que llegaban.

Comenzó un nuevo ciclo de servicio social y me presentaron a las pasantes que estarían a mi cargo, Rubí, Alejandra y Karla, las 3 muy bonitas, Alejandra era por mucho la más bella y sensual y lo sabía, su actitud era de diva y estaba consciente de su sex appeal, alta, su piel morena, su pelo negro, ese rostro de “mírame pero no me toques”, y una figura de ensueño enmarcada por un ceñido uniforme la hacían sumamente deseable, además siempre llegaba maquillada y bien peinada. Rubí tan linda con su cara de muñeca, usaba el uniforme un poco holgado, por lo que no podía distinguir bien su cuerpo, pero aparentaba estar buena. Y al final Karla, un aspecto de niña tímida aparentando menos edad de la que tiene realmente, bajita, flaquita con el pelo teñido cobrizo, piel trigueña, una figura bien delineada pero con incipientes pechos y pompitas. Las 3 tenían 19 años.

Poco a poco empecé a conocerlas y tratarlas en las labores diarias, sin otra intención más allá del trabajo. Alejandra era amable pero seca, distante, con ella nunca noté intenciones de algo más allá de lo académico, no niego que se me antojaba mucho, pero me conformaba con verla en su ajustado uniforme blanco, que se transparentaba y dejaba ver su sexy ropa interior que nunca le importó ocultar, a veces iba con coquetos calzones con figuritas como de niña, otras con sensuales pantaletas de encaje y otras con diminutas tangas, le gustaba mostrarse y cumplía su cometido de llamar la atención y provocar deseos. Rubí era la más simpática, platicaba mucho, aunque era un poco torpe en el trabajo, tuve que reprenderla muchas veces por las cosas que hacía o que no hacía, como dije antes, nunca pude distinguir su cuerpo pues usaba el uniforme holgado y hasta pienso que usaba doble pantalón. A veces me llevaba pequeños regalitos como dulces o galletas, pero nunca noté otras intenciones. Por último, Karla, esa flaquita tímida, seguía muy tímida, trabajaba bien y era amable, no tuve problemas con ella, pero aquí sí había algo más, era notorio que yo le gustaba a Karla, muy notorio y no parecía ser solo la admiración a una figura de autoridad, sino un interés y atracción genuinos, varias personas en el lugar lo comentaban, decían “Karla está enamorada del doctor”. Aunque sabía eso, no busqué sacar provecho de ello.

 

Pasaron los meses y el ciclo estaba por terminar, Karla dejó un poco su timidez y era más abierta, incluso un día entró a mi consultorio solo a platicar, nada académico, solo una plática casual. Como le di entrada, siguió haciéndolo en los días posteriores, entonces algo de ella me llamó mucho la atención, no sabría explicar qué, pero empecé a interesarme en ella, al grado que ahora yo también la buscaba de vez en cuando. Creo que Karla notó mi interés hacia ella pues empezó a ser más agresiva, por decirlo de un modo. Ya no me buscaba solamente en el consultorio, también lo hacía por WhatsApp, me mandaba mensajes para saludarme o para hacer plática, los cuales le respondía y pasábamos mucho tiempo así. Cuando me agregó a Facebook pude ver sus fotografías y vaya que me encantó lo que vi. Las enfermeras se ven de un modo con su uniforme y con su ropa común se ven totalmente diferentes, descubrí que le gusta usar vestidos cortos y ceñidos, si bien era muy delgada, así es como me gustan las mujeres. Ver sus fotografías luciendo esos vestiditos cortos y pegados, con sus pequeños pechos apenas sobresaltando, su delineada figura y su pequeña cintura, pero sobre todo, esas pequeñas pompitas redonditas y paraditas que tiene, hizo que me excitara. En ese momento el interés que tenía en Karla se volvió deseo. Otras alumnas más bonitas y más buenas me había buscado antes, prácticamente poniéndose ante mí en bandeja de plata y las rechacé tajantemente, pero con Karla no sé qué pasó que cada vez se me antojaba más y estaba dispuesto a tenerla, habrá sido su timidez, su aspecto que a pesar de tener ahora 20 años pareciera tener 14, o que me interesé en ella primeramente de un modo no sexual, no lo sé y no me importaba, ahora solo quería tener su menudo cuerpo para mi disfrute.

 

Continuará...


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