Me recosté sobre ella, deje fluir mi cuerpo, me encontré con sus labios húmedos y sus manos presurosas buscándome, intenté detenerme pero fue imposible, la gravedad se ausento por completo, teníamos que empujar los libros que flotaban en el aire para que no estorbaran; en otro tiempo hubiese dado todo por estar cómo estábamos en ese momento, la tenía frente a mí, más decidida que nunca y yo me sentía más inseguro que siempre. Debió notarlo, se acercó a mi oído:
Ojalá se acabará el mundo ahorita mismo –dijo- eres el único lugar donde puedo sentirme a salvo.
-Probablemente escuché muchas veces esa canción pensando en ella, así que recurrí a la misma para responderle: quizá soy lo que menos necesitas…
Siempre has sido tú Alex –me contestó- lamento haber tardado tanto en llegar.
Tengo la esperanza de que el huracán pueda ir despacio, especialmente ahora, Julia.
¿Cuál huracán? –Respondió con esa sonrisa que me hace despertar todos los días para intentar ser una mejor persona- estás loco.
El huracán del tiempo señorita –le dije-
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