Locura vs Cordura. "Tenía una vida frágil"
" Tenia una vida fragil"
Su desayuno constaba de un café negro y una ojeada al diario de la mañana.
Le gustaba sentarse junto a la pequeña y única ventana que tenía su comedor, y, con el periodico en mano, ponerse al tanto de lo que sucedía en la sociedad.
Sus labios se arquearon en una sonrisa amarga al ver que la víctima a la que le había tocado investigar, aparecía como titular. "Se halló a importante politólogo muerto en su departamento...".
Era demasiado obvio para él ver que aquel pobre hombre había sido asesinado. Su trabajo era averiguar la razón y la persona que lo llevó a cabo.
Algo le decía que aquello había sido producto de problemas internos en la justicia. Ese politólogo tenía demasiados contactos relacionados con el presidente actual, el cual, era como perro y gato con la mafia.
William estaba al tanto de que el muerto y el presidente se habían vuelto más cercanos.
Cerró el diario, dispuesto a emprender su trabajo y dejar a un lado las cavilaciones, que casi no aportaban al caso. Él necesitaba hechos, pruebas contundentes, por lo que no podía perder el tiempo.
Se colocó el piloto y salió a la calle.
Inmediatamente hundió la nariz en el cuello del abrigo. El frío clima de Junio no parecía tenerle piedad.
Apretó el paso para caminar las siete cuadras que lo separaban de su trabajo. Al cabo de unos buenos minutos, se halló cruzando la calle que daba con éste último.
Se detuvo en seco al verse en el reflejo de la puerta de vidrio del edificio.
Las imágenes del sueño se paseaban por su mente, burlándose de su incapacidad de comprender las cosas. Y, por alguna razón, lo llevaron a recordar a sus padres, al William de seis años.
Apretó los dientes lleno de cólera.
¿Por qué ahora?.
Se le estaba haciendo tarde, pero sus pies no se movían. Estaban adheridos al suelo.
Sus ojos se crisparon al recordar a su madre desplomada sobre el asfalto, y las gotas de la lluvia torrencial consumiéndolos a ambos.
¿Por qué?
Los hechos del pasado lo atormentaban. Tomaban sus pulmones y los estrujaban hasta no poder respirar más.
Trató de recuperar el aliento dando grandes bocanadas, pero no lograba calmarse.
- ¡William!
Escuchó a alguien llamarle por detrás.
Se dio la vuelta, encontrandose con una sonrisa risueña.
Era su jefe.
- ¿Tan joven y ya se te dificulta escuchar? ¡Te estuve llamando varias veces,muchacho!
Le dio una palmada con sus enormes manos.
El hombre era un vasco de unos sesenta años. Tenía un currículum exageradamente largo, y una experencia como detective que lo convertía en el número uno del país.
William se limitó a sonreirle. No tenía animos de conversar.
- Escucha hijo, no te pierdas en el caso de la semana pasada. Recientemente me llegaron varios archivos, y hay uno que sé que te va a interesar. Podría estar relacionado con el caso en el que estás trabajando.
Prosiguió el mayor.
- Cuando lo veas, te vas a querer pegar un tiro en los huevos.
Se carcajeó. El muchacho solo se limitó a soltar un suspiro. No le encontraba la gracia a trabajar horas extras por la entrada de un nuevo caso.
Ambos entraron al edificio, y cada uno se dirigió a su oficina.
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