Ayer te escribí una carta y la rompí en dieciséis trozos. Estaba escrita a mano y algunas palabras eran ilegibles hasta por mí. Hoy he pensado en escribirte este email a ver qué ocurre…
Te contaba en palabras mi preocupación por el tiempo que nos queda juntos. Me da miedo pensarlo y es que siempre avanzas sin mirar atrás. Hasta he roto algunos relojes por rabia a perderte, pero tampoco consigo alcanzarte. Solo te atrapo dentro de mis sueños y ahí no me sirves para nada. No quiero que todo se consuma y lo único que ahorro son recuerdos... Los viejos y los nuevos, los buenos y los malos. Y eso no es suficiente porque quiero más de ti. Constantemente creo fantasías e intento huir de la realidad para creer que no desaparezco lentamente, aunque quizás cuidándome la salud estaré más tiempo a tu lado, pero… ¿merecerá la pena? ¿y para qué? Pues no lo sé. Lo que si es inevitable saber, es que me moriré tarde o temprano, por ello es que intento deshacerte. Te quiero desmontar para ver de que estas hecho, pero me pierdo la vida. Te perderé a ti también, lo sé, y tu seguirás adelante sin mí, sin miedos, sin la gente que conoces ahora, conociendo a los nuevos bienvenidos, pero un día, no sé sabe cuándo, te quedaras solo, porque tú no morirás y tampoco podrás retroceder hacia atrás en tu propio tiempo. Estás condenado a vivir eternamente y hacía adelante, ni más deprisa ni más lento, a tu ritmo y yo no quiero eso.
Bueno, como no me leerás porque tampoco puedo enviarte este email, ahora lo borraré. No eres nadie, pero ahora te quiero muchísimo. A ver si aprendo a tenerte y no a olvidarte.
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