El acontecimiento sucedió lejos de la ciudad, a unos cien kilómetros de distancia. Allí se encontraba una casa antigua en medio de un bosque. Parecía abandonada y a punto de caerse en pedacitos. Aislada del ruido humano y a punto de ser engullida por la propia naturaleza fuimos mi amiga y yo a pasar allí unos días. Algunas ramas de los árboles cercanos, buscaban camino a través de las ventanas rotas de la casita y también por agujeros que creaban ellas mismas como si fueran ratones con forma de hojas verdes. Desde el suelo, hasta el tejado, desde el cielo hasta el sótano, desde el interior hasta el exterior, por todas partes.
Mi amiga y yo queríamos compartir unos días en la más tranquila intimidad, pero fue imposible. Y eso que ya nos advirtieron.
Nada más abrir la puerta de la entrada sobre las 21h de aquella maldita noche, vimos que faltaban cachos del suelo, cachos del techo y de pared. Las puertas estaban destrozadas, las tuberías salían por cualquier parte como si quisieran huir. Podíamos ver y tocar telarañas gigantes que parecían cuerdas, también observábamos bichos muertos y otros que corrían libres por cualquier lado y en confianza. Eso lo veíamos con la poca luz que nos regalaba el día de verano que ya oscurecía.
Después de chafardear durante unos minutos con nuestras linternas, hicimos recuento de las adversidades que teníamos pero que ya esperábamos tener. Ya nos habían prometido una aventura inolvidable y queríamos probar... Y así fue.
La luz no funcionaba, no había agua caliente, ni mantas, ni siquiera había un colchón dónde dormir. Pero decidimos seguir adelante y pasar allí la noche. Buscábamos eso, hacer algo nuevo.
Nunca olvidaré aquella noche en la que jamás volví a ver a mi amiga. La aventura en aquella casa duro tan solo cuarenta minutos.
A los diez minutos de estar allí, o lo que es lo mismo, a falta de media hora de desaparecer de este mundo, me separé de mi acompañante y empecé a rebuscar entre antiguallas y trastos que había en una de las habitaciones. Entre objetos de plata, relojes de pared, figuras de porcelana y discos de vinilo, vi entre la oscuridad una radio encendida que no se escuchaba. Me acerqué para comprobar si podría funcionar ... y de repente, antes de tocarla, el volumen se subió solo. Fue algo raro, pero no le di importancia. La música clásica me gustaba, pero daba miedo a oscuras mientras oías la vida de los insectos. Parecía como si estuviera metido dentro de una película de terror. Di unos pasos más y una de las bandejas de plata empezó a dar golpees contra el suelo como si estuviera poseída por alguien. En ese momento ya me asusté y decidí salir de aquella habitación, pero se cerró la puerta de un fuerte golpe y me quedé atrapado. Los altavoces subieron de volumen. La linterna parecía alumbrar menos a cada segundo que pasaba. Más oscuridad y más fuerte era el sonido y por ello, más miedo daba el momento. No podía salir a pesar de mis intentos de tirar la puerta abajo y decidí enfrentarme a todo aquello. Al girarme de nuevo y dar la cara, vi que todo estaba distribuido de otra manera. Estaba todo más ordenado pero cambiado de sitio. Decidí Apagar la radio y al instante, apareció como un relámpago y junto a mí, una silueta medio transparente, de un hombre mayor y muy delgado con una larga barba. Volvió a encender la radio con una mirada furiosa hacia mí, que me hizo tener el mayor de los miedos que había tenido nunca. No sabía que hacer a parte de querer morir lo antes posible y empecé a pedir auxilio. Nadie contestaba, pero me callé al ver una pequeña luz que me mostraba una terraza que daba a la parte trasera de la casa. Ahí pude ver que se encontraba mi amiga al borde de lo que era de repente un precipicio. Me pedía auxilio, pero sin poder hablar. Estaba amarrada por lo que parecía una telaraña, con clavos atravesando su cuerpo. Tenía también la boca sellada con grapas gigantes. Su ropa estaba hecha trizas mientras perdía sangre por todas partes. Ya no asimilaba lo que estaba ocurriendo.
En ese instante fui hacia ella, abrí la puerta de la terraza para rescatarla, pero una gran corriente de aire hizo que me tuviera que agarrar fuerte a la puerta de aquella salida. El imparable viento me tiraba a cámara lenta hacia el exterior y no puede hacer mucho más que dejarme arrastrar. Fui hacia atrás por esa fuerza que me sumergía alejándome de la casa hacia otro espacio. Observando cómo me alejaba por segundos más de mi amiga, entraba a la vez en otra dimensión. Ya no podía regresar, el miedo me hacía estar cada vez más lejos de la realidad y comprendí que jamás volvería al mundo de los vivos. Ya estaba atrapado en otro lugar, en otra realidad hostil, no me daba tiempo para asimilar nada y era un espacio lleno de seres que jamás hubiera imaginado. Unos seres de formas indescriptibles que te observaban fijamente e iban hacia ti sin piedad. En dos minutos me devoraron y que me hicieron pasar a otra nueva dimensión con más personas llenas de miedo y que no estaban aparentemente vivos. Yacían y levitaban ensangrentados, sin saber dónde ir ni que hacer. Les faltaban partes de su cuerpo. Un agobio permanente se apoderó de mi en la oscuridad, viendo todo lo malo para poder sufrir a gusto. Sintiendo dolor y sintiendo como me faltaban partes de mi cuerpo también, empecé a darme cuenta de todo. Fue ahí cuando decidí despertar de aquella pesadilla y con un fuerte suspiro regresé a mi vida, a mí cama, al mundo de los vivos. Aunque ahora dudo si soy un ser vivo, si todo esto es real y hasta dudo de ser un hombre vivo.
He de decir que aunque me sienta vacío y muerto, he estado estos dos años buscando a Carla, Mi amiga desaparecida. Ya no está en mi vida y ya solo le hablo en sueños, a oscuras y sin que ella me diga nada. No es lo mismo. Solo es imaginación activa, ya no puedo escuchar su voz, ya no puedo oler su perfume, ya no puedo sentir sus manos, ya no puedo ver su cara ni saborear su cuerpo.
La echo de menos, pero debo seguir con mi vida o con mí muerte. No depende de mí que vuelva y hay otras personas que me esperan. Algunas incluso que todavía no conozco y algún amor podría aparecer y volverme a ilusionar.
Cuando me siento vivo pienso que esto es como un puzle, cada uno elige de cuántas piezas consta su vida, y hay que tener todas las piezas encajadas para ser feliz. Que ninguna pieza, a ser posible, este por poner. Y si hay piezas sin poner, pues busquemos esa pieza o creémosla, para poder estar lo más completos posibles... Eso intento ahora después de todo por lo que he pasado.
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