Me dictas el ritmo
que necesito,
y soy feliz así,
con amor,
que lo es por sencillo
y verdadero,
y porque me invita a declararme
incondicional de ti.
Lo soy.
Me refieres el tono
de una vida nueva,
que, siendo la misma,
refleja un sabor distinto.
Hemos variado el eje.
Te tengo, nos tenemos,
nos valemos, nos recibimos
y podemos mucho,
casi más y más.
Me nombras
y aparezco en la realidad
que configuramos
en un aparte que dignifica.
Eres distracción y presente
desde un futuro que embriaga.
Tonificamos las pieles,
que quitan las ópticas
de antaño, de siempre,
para convertir lo eterno
en gracia placentera.
Reconozco mi fortuna
desde el primer momento
en que coincidimos.
La suerte tiene sus caprichos:
contigo trajo virtudes,
las que ostentas y repartes,
e incluso las que fomentas en mí.
Me subrayas las verdades
en etapas que fermentan.
Me hacen activarme,
y eso es ya salud y futuro.
Con todo esto sabemos
que más vendrá:
lo recogeremos
como grata cosecha,
pero no pediremos más.
Las ventanas están abiertas.
Juan Tomás Frutos.
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