Hay que morir haciendo el amor,
hasta que el placer devore el pan
y te vuelvas trigo maduro y sombrero,
para sorprender a la sajuriana cuando se agache
y rápidamente conectarlo por atrás.
Te aseguro que sus aullidos de dicha y placer
harán tañer las mudas campanas del convento.
Para que el solapado y fornido jardinero
tenga pactos nocturnos con el sudor sexual
de no solamente las novicias,
sino para dulcificar el ánimo de la madre superiora
y ponerla a la par del perpetuo orgasmo
que es el secreto que oculta la muerte.
Besarla en sus desgranadas carnes,
Sorber con fruición sus pezones,
succionar su húmedo clítoris con los labios,
penetrar su ano anhelante
con la lengua erecta.
Todo esto a nombre de Dios,
es el secreto de la eterna vida,
si esta vida en verdad amaste.
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