Huida extrema.

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Se adentro en la maraña de árboles. Incesante en el temor, recorrió

los primeros pasos sin mas afán que el propio avance. La fuerza que

la impulsaba hacia atrás era un poco mas débil que el ansia de

saber que había pasado. Por ello avanzaba, pero con mucha

cautela. Se dibujaba en su rostro una mezcla de esperanza, miedo

e incertidumbre. Pisaba las hojas secas con el temor de confundir el

crujir de las mismas con algún otro ruido que la tuviera que poner

en alerta y reclinar su decisión de avance hacia una de huida

temeraria. Estaba oscuro, había humedad y el frío calaba su huesos

mas que el miedo su propia alma. En el avance encontraba a cada

paso un cúmulo mas de fuerza para no rectificar y volverse a la

casa. Si lo hiciera no sabría lo que había ocurrido, no sabría lo que

había pasado y jamás volvería a entender el porque. Se encontraba

ya bastante avanzada en su camino hacia la verdad, hacia el

impulso que la había hecho vencer su miedo y decidir con valentía

salir de una vez por todas de la duda que la corroía por dentro y

que solo la hacia imaginar y alimentar ese miedo que en algún

punto tiene que ser desmontado si no se quiere pasar a otra fase

mas temible dentro del alma humana. A momentos no sabia por

que se había decido, solo avanzaba con el ansia de saber que en

momentos saldría de dudas, sabría lo que era para bien o para mal.

Lo volvió a escuchar y ello le indico que no quedaba mucho, que

pronto su sobrecogimiento saldría de dudas y no sabía exactamente

a que sentimiento cambiaria o si la duda no tenia que haber sido

aplacada. De repente sintió un tacto en el hombro, una paralizante

sensación recorrió su cuerpo petrificando cada parte del mismo en

un acto incontrolado de temor irrefrenable. Se giro lentamente su

cabeza sin saber que parte de su interior ni como lo había hecho.

Lentamente el movimiento le trajo a la vista lo que nunca habría

deseado ver. En ese momento cambiaron sus sentimientos hacia un

estado en el que nunca hubiera deseado estar. Era el, estaba allí,

detrás de ella, amarrándola el hombro. Saco esa fuerza que innata

nos sorprende en momentos insospechados y golpeando su

antebrazo se libero y hechó a correr despavoridamente como si

fuera lo único que sabía hacer, lo única reacción posible y como si

hubiera nacido únicamente para ello. No llevaba rumbo. Corría y

corría lo mas rápido que su cuerpo le daba y por donde mas factible

veía la huida. De repente, sin saber como, se encontraba volando,

dando vueltas en el aire. Se había caído por un precipicio que la

daría el último golpe mortal hacia el final de su destino, hacia el

principio de su propia eternidad. No debía de haber tenido que

saciar la necesidad de saber lo que era. No debía de haber encogido

su alma hasta el punto de tener que haberlo hecho, pero lo hizo. El

fin justifica los medios, y los medios justifican la vida, hasta su fin.


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