Sexo en la guardia nocturna
Por Barlovento
Enviado el 21/07/2019, clasificado en Adultos / eróticos
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Cursaba el 4° año de la carrera de medicina, esa noche estaba de guardia en el piso de cirugía. Era una noche atípica pues había pocos pacientes y por ende, poco trabajo. También estaban de guardia unas alumnas de enfermería, entre ellas Mónica, una jovencita de no más de 21 años que me gustaba mucho, piel trigueña, ojos grandes y expresivos color miel, cabello liso hasta la nuca, una figura esbelta, no voluptuosa, pero de tetas, cintura y nalgas bien proporcionadas, siempre con su uniforme blanco que dejaba ver su calzón cachetero liso, tan de adolescente que me parecía tan excitante. Ya la había visto antes en el hospital, pero solo de día y de lejos o entre los pasillos, nunca habíamos coincidido, así que no perdí la oportunidad de platicar con ella. Es común que haya relaciones casuales entre médicos y enfermeras, esperaba que ella fuera también fuera de las que lo hacía pues no había escuchado de ella en ese aspecto y mi idea era cogérmela esa noche. A eso de las 0300 horas la vi sentada escribiendo y me acerqué a ella, volteó a verme con su dulce rostro, era realmente muy bonita y eso es lo que más me gustaba de ella, sus grandes ojos color miel me miraron fijamente y me regaló una amable sonrisa. Su uniforme blanco se transparentaba un poco, dejando ver su linda ropa interior, nada sensual, solo un calzón blanco liso.
-Hola Mónica ¿Acabaste con tus notas?
-Hola doctor, ya casi acabo, solo me falta ésta.
-Ha estado tranquila la noche ¿Te parece si dejamos a Mario a cargo, bajamos por un café, platicamos y descansamos un rato?
-Si, vamos, deje le digo a mi compañera.
Fuimos a la cafetería del hospital, pedimos café y galletas y nos sentamos a platicar. Durante la plática la hice reír mucho y pensé que esa era la puerta de entrada al sexo. Buscando cualquier pretexto me cambié de asiento y me senté a su lado, pegado a ella, lo cual no le molestó. Sutilmente me pegaba más a ella y buscaba tocar su brazo, su mano y ella lo permitió.
-Te he de confesar que me gustas mucho, desde la primera vez que te vi.
-Ay doctor, si lo he notado, que me mira muy coquetamente, pensé que nunca me iba a hablar. La verdad es que usted también me atrae.
Dicho lo anterior la besé y ella correspondió el beso, enseguida le dije que si quería ir a un lugar más privado, al sótano del hospital. En ese lugar había dormitorios para los médicos, algunos eran cuartos individuales y era sabido que muchas personas acudían ahí a coger, Mónica seguramente lo sabía y si accedía, significaba que esa noche tendríamos sexo. Mónica pensó un poco su respuesta y dijo que fuéramos. En ese momento se me puso duro el pene. Salimos de la cafetería rumbo al sótano rogando porque uno de los cuartos estuviera solo, llegamos y afortunadamente había uno desocupado, entramos y sin más preámbulo nos fuimos a la cama, nos besamos y empezamos a quitarnos la ropa. Mónica no quiso que la desnudara, me dijo "Solo será un rapidín", tengo miedo que nos vean. Lamenté escuchar eso pero no iba a dejar pasar la oportunidad. Seguimos besándonos y ella sobaba mi pene duro por encima de la ropa, abrí su chaquetín y dejé sus tetas al descubierto. Eran más grandes de lo que parecían con ropa, redondas y con un delicioso pezón café claro, que me dispuse a saborear, provocando ligeros gemidos en Mónica. Desabroché su pantalón y lo bajé hasta sus rodillas, quise lamer su vulva pero no me lo permitió e inmediatamente me sacó el pene, el cual ya estaba muy duro y goteando líquido. Lo sujetó firmemente y lo contempló unos segundos, empezó a acariciarlo suavemente y esa sensación me hacía vibrar, volteó a verme mientras me lo jalaba y en seguida se acostó boca abajo. Ver sus ricas nalgas con el pantalón y el calzón a las rodillas fue tan excitante, eran tersas y suaves pero firmes, con un tatuaje de corazón en la izquierda, lo cual las hacía ver más antojables de lo que ya eran. Las contemplé y las acaricié, las nalgas son la parte que más me gusta de una mujer y las de Mónica eran deliciosas, redondas y paraditas, el tamaño exacto para su complexión, no pude evitar besarlas. Metí mi mano entre sus piernas y sentí que ya estaba mojada, así que rápidamente me acomodé sobre ella y me puse un condón (siempre tengo a la mano estando en el hospital, pues nunca se sabe cuándo necesitarás uno o uno de tus amigos/as te pedirá uno). Acomodé el pene entre sus deliciosas nalgas y las levantó más, haciendo más fácil el penetrarla. Mónica ya estaba desesperada por sentirlo dentro, así lo denotaba su respiración y sus movimientos sutiles de cadera, pues se contoneaba suavemente y paraba las nalgas como invitándome a entrar entre ellas y llegar hacia su jugosa vaina que rebosaba en jugos. Sin perder más tiempo la sujeté de la cintura y poniendo la punta de mi pene en su vulva, la embestí fuertemente, Mónica dejó escapar un gemido fuerte que inmediatamente quiso ahogar, pero seguí con las embestidas fuerte y salvajemente que le fue imposible no gemir.
Sentir sus nalgas contra mí era delicioso, además de lo caliente, húmedo y apretado de su rica vaina que sentía me succionaba de tan deliciosa que la sentía. Luego de un par de minutos me aparté y la puse en 4, ella inmediatamente se acomodó y con sus manos abrió sus suculentas nalgas, dejándome ver como chorreaban jugos de su vagina y el hermoso culito que se fruncía deliciosante. Volví a penetrarla, ahora suavemente y parecía disfrutarlo más. La tomé del cabello y jalé su cabeza hacia atrás, empecé a embestir más fuerte y Mónica gemía y gritaba, estaba cerca de venirse. Más y más fuerte se la metía y más se agitaba jalé con más fuerza su cabello y apreté una de sus tetas cuando sentí como su vagina se contraía tan deliciosamente apretando mi pene dentro de ella mientras soltaba un gemido largo. En ese momento aventé su torso hacia la cama para volver a tenerla en cuatro y tomándola de la cintura nuevamente la embestí salvajemente para soltar un largo gemido y venirme, mientras Mónica aún sentía los vestigios de su orgasmo múltiple.
Dejamos pasar unos minutos para recuperar el aliento y nos vestimos para volver a subir a piso. Entre bromas, besos y caricias llegamos a piso y nuestros compañeros nos miraban como sabiendo lo que habíamos hecho, pues era fácil suponerlo. Luego de esa noche volvimos a estar juntos varias veces más, tanto en el hospital como fuera de él. Mónica fue una de las varias parejas que tuve dentro del ambiente hospitalario, pero fue la primera de todas ellas.
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