CUANDO LA LUNA NOS ESPIÓ...
Por Vian
Enviado el 14/06/2013, clasificado en Amor / Románticos
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Llegamos tarde a casa, con un ligero estado de ebriedad, los sentidos un poco confundidos y no tan confiables como de costumbre.
Entrabamos a tu habitación, no podía dejar de mirarte y acariciar tu cuerpo, con fuerza sujetaste mi camisa y me abalance sobre ti, el ambiente se tornaba rojo, un rojo pasional, un aroma de amor se respiraba en el ambiente, mis manos acariciaban tu cabello, tu bello rostro, lentamente se fueron deslizando por tus hombros recorriendo tu pecho, dos pequeños volcanes a punto de estallar, había un toque de lascivia en cada beso que nos dábamos, mismos que agitaban la situación, pude escuchar tu respiración más pausada, más agitada cerca de mí, un par de sonidos emanaban de tu boca, mis manos ya en tu cintura, levantaron lentamente tu blusa con toda la tranquilidad de la noche, la luna que brillaba en lo alto, rosaba tu figura y al fondo una dulce melodía acompañaba la velada, pero, tú no te quedaste atrás, un poco más tosca y enérgica tomaste mi camisa, casi arrancando los botones de ella, con fuerza tomabas mi cabello acercándome a tu cuello y más abajo, cada vez más abajo.
Era inminente además de notorio lo que estaba ocurriendo, el calor de nuestros cuerpos nos delataba, levantaste tu mano para apagar la luz y dejar algo a la imaginación, para aquella ocasión.
Sin titubeos con fuerza tome tu cintura, presionándola contra mi cuerpo, tus manos tomaron las mías y como guías de un explorador, me llevaron hasta tu entre-pierna, un mar de emociones.
Te despoje de las prendas que aun tenías puestas, hiciste lo mismo con la mías, la oscuridad de la noche fungía como cómplice de nuestro acertado tacto y solo la luz de la luna trataba de espiar lo que nuestros ojos no podían ver.
Desnuda y precisamente en frente de mí, solo tu silueta alcanzaba a deslumbrar en el desorden de la habitación… Para que describir lo que ocurrió después...
Sí ese día hubieran preguntado cómo era el amor en su forma material, era esa la perfecta definición, la expresión del cuerpo y los sentimientos en conjunción, concatenados uno con el otro, fuimos un solo ser, no podía pensar en otra cosa que no fueras tú, al igual que tu conmigo yo me encontraba dentro de ti, y no sólo en tus pensamientos.
No podía concebir la idea de algo más, hermoso y mágico momento, los segundos poco a poco se transformaron en minutos y los minutos en horas, girábamos sobre la cama, la habitación hecha un desastre, tus mejillas sonrojadas por el calor que invadía todo el ambiente, la odisea llegaba casi a su fin, pues la luna cansada de espiar sin mucho éxito decidía marcharse y abrirle paso al sol del nuevo día.
Caíste profundamente dormida después de todo, entrelazada con algunas sabanas, tú perfecta figura relucía entre el caos, aquella imagen tan perfecta.
Me recosté a un lado tuyo para conciliar el preciado sueño, no supe en que momento caí en los brazos de Morfeo, recuerdo sólo no dejar de verte y acariciar tus mejillas...
De pronto un estrepitoso sonido cubrió todo el lugar, con gran sobresalto desperté, la habitación perfectamente recogida, como si nadie hubiese estado ahí.
Apenas comenzaba vislumbrarse el amanecer, te busque a mi lado, pero, tú ya no estabas, extrañado por la situación, me postre a reflexionar a la orilla de la cama…
Pude concluir que lo vivido fue un sueño, un sueño y sólo eso tal vez...
Me dispuse de nuevo a dormir, me digne a conciliar el sueño una vez más, porque los sueños pueden hacerse realidad... Ya que esa noche no hicimos el amor, el amor nos hizo a nosotros.
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