Reflejos de luna en su pelo

La brisa del atardecer que se levanta proviene del puerto y trae con ella el olor a mar, mezclado con el embriagador aroma del jazmín que cubre el muro del patio. 

Un leve sentimiento de nostalgia recorre su pecho. Él ya no está, su barco partió hacia otro puerto. Ella ya sabía que no se puede atar al viento y por eso le recuerda con una sonrisa en los labios. 

Un insistente jilguero no cesa de cantar la promesa de una ilusión, de un latir intenso, casi un ruego para que no abandone la posibilidad de un nuevo sentimiento, pero ella ya no quiere escucharle. 

Esperanzas  apagadas, besos que quedaron por dar, manos sin suave piel que acariciar y susurros no pronunciados han empañado su mirada. 

En sus antaño grandes ojos negros surcan pequeñas arrugas y plateadas hebras pintan reflejos de luz de luna en su pelo; quizá es que el tiempo de aventuras ya pasó de largo.

El jilguero, que persiste en su empeño de iluminar su semblante, trina en vano. 

Sin embargo ella no ha olvidado la pasión, cómo latía su corazón al compás del de su amante; esos instantes se convirtieron en inolvidables. Será un secreto entrañable guardado en su corazón...

Al otro lado del mar hay un marino al que el aroma del jazmín siempre le traerá el nostálgico recuerdo de aquella mujer con reflejos de luna en su pelo.