Me encanta la forma en que tus brazos me envuelven. Me abrazas con tal delicadeza que sugieres tener miedo de romperme si te aferras un poquito más; permíteme decirte que incluso si me quebrantara entre tus brazos, no dejaría de ser yo misma si no una versión más feliz y multiplicada.
Tu cálido contacto me nutre, me llena y me protege. La forma en que tus labios se pegan cuidadosamente a los míos me pone al borde de la locura y, al mismo tiempo, de la tranquilidad. Una paradoja que no siempre tiene sentido porque cada vez que mis ojos se encuentran contigo en la distancia, a mi cuerpo le recorre una dulce y agradable inquietud. Pensar en que, después de sonreír al notar mi presencia, vendrás a mí me trae una adrenalina inmensa y es por la poca cordura que me queda que no salto hacia tus brazos.
En tantas miradas me he perdido, pero en tus profundos ojos negros quiero encontrarme hoy.
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