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Tanto he llorado por ti,
que mis lágrimas
agrandaron el oceano.
Tanto es mi sufrir
que al mismo inframundo
le causo terror.
No me vales de nada...
¡Si cariño!
Eso fue lo último
que me dijiste,
antes de irte
de mi lado.
Mi corazón
está destrozado
y oscuro, muy oscuro,
parecido a un sala
de cine vacía.
¿Sabes?
He de morir algún día.
Mi amor, me he de ir al cielo
y ahí es cuando te quiero ver,
reclamando, falsamente,
por mi presencia
y nombrando, deshonestamente,
mi nombre.
Seguramente, tú llorarás
como magdalena por mí,
pero yo, ni de lástima,
podré llorar por ti,
porque tú,
consumiste
todas mis lágrimas...
¡Las dejasté todas secas!
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