Mi esposa y tu

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Que manera desaforada de fornicar. No dejaban hoyo virgen ni casta lengua.

Yo los miraba por la rendija y no dejaban de pajearme, una dos y tres veces cuando chupeabas su miembro.

De pronto, salida de tus ensueños orgasmicos, dices:

Alguien nos está viendo. Y corres el visillo y me ves con mi miembro erecto. Como poseida de Satán saltas la ventana y te hundes en mi. Te recuelcas como loca, pero yo me solazo en el efebo de tu amante. Que torso y que figura!


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