INMERSIÓN ONDULANTE
Triunfal la carne la tristeza fecunda,
donde suelen hacer flores,
los crueles celos en la sombra,
indiferente, absorta… ¡Y nadie sabe!.
Donde los recuerdos miran bronce,
la frescura de la fuente,
al eco moribundo sepultando al fuego,
luz dormida, pronto en aquel ocaso,
cuya voz soñando escucha,
el canto donde el silencio crece.
Y el estrépito ronco resplandece,
bruñido en la pared ruinosa,
por la herida láctea el duro mar,
del mundo, a la distancia ciego.
De día breve al morir muchedumbre,
persevera al nacer cada mañana.
Vertida y de lágrimas cubiertos pies,
hacia el ensueño sin hundirse nunca.
¡Por eso viven todos yertos!.
¡Por eso laten los inviernos!.
¡Por eso tenaz relumbra ya!.
Negra vestidura y de torva faz,
no se cansa del suspiro la esperanza,
y en el salto al viento escribe,
del callejón torcido,
por claridad tan bermeja,
tanta rosa de sensualismo torpe.
¡Se arrojan, se entreabren!
¡Al encauzar el resquicio!.
Se estremecen los lirios,
al eslabonar al estrujar mismo.
En el cielo cuando de sombra se viste,
y aún vive fervoroso el viejo fuego,
de mármol lo decora con su aurora.
Con golosa avidez los largos cuellos,
tempranero y fragante,
en la piel de las tardes,
verticales, depurando los espejos…
¡Dónde su blancor relaja y sueña!.
¡Dónde el cántaro se rompe fácil!.
¡Dónde la sed se inclina húmeda!.
Y la música
jadeante
escapa
en tropel.
Y brota
un río
de la cumbre
nevada al incendiarse.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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