Denunciar relato
Hola ¿te conté que te extraño? Quería que lo supieras por lo menos por esta carta y no por este afán de dar con vos ni por los sueños en los que te suelo encontrar. Expresártelo en esas situaciones no altera mucho la densidad que yace en mis pulmones, y cuando esto sucede y despierto a solas la carga es mayor y el esfuerzo que debo hacer para levantarme, por ende, también lo es.
Recuerdo haber escrito por ahí:
Te había soñado otra vez/
Y maldita sea el haber despertado/
Si al dormir de nuevo, ya habías/
Saltado por la borda de mí sueño/
Solo tus peces se quedaron conmigo/
En esta playa desierta, y mi vida/
En ese río de luces y plumas/
Donde antes buceabas dormida.
Lo que me abandona hoy en este parque literario colmado de incertidumbres bifurcadas es el hecho de pedirte no converger así en estas manifestaciones mentales, de noche, a oscuras, o de día y a plena luz de la luna, a veces a color y a veces en blanco y negro, unas veces en los lugares que conocemos bien, y otras en lugares que, por lo menos yo, ni conocía.
Soñar con vos es pan para hoy y hambre para mañana, es sonreír solo hasta despertarme, es no querer salir de esa mentira, es abrir los ojos y ver la realidad y añorar esa bendita mendacidad una vez más. Porque despertarme y no sentirte es una realidad que no concibo aún, el inexpugnable perfume de la oquedad, hablo de ese vacío del que todos, según dicen, han llenado sus pulmones alguna vez, de esos efluvios de soledad rociados en las arterias principales de las que fluyen un tercio de la nada y que nos deja al fin, más livianos que el aire, aunque no en ese sentido, o acaso sí. Es que nos dejan pesados por dentro y livianos por fuera.
Me acuesto ya con predisposición a contemplarte, es que siempre quiero hacerlo, pero también siempre siento miedo. Me cubro hasta el cuello e intento respirar lo más cerca de tu sistema solar posible, besar los cuatro planetas y seguir esa línea auricular desde el lóbulo hasta su fracción lunar en la cima de tu hélice. Me escondo por completo para espiar así tus muslos tibios (lo recuerdo bien, lo recuerdo tanto), todo blanco, nada mío, y mi mano allí sobre ellos, donde antes, donde siempre se sentían como en casa, (echo de menos tu aroma, tu imagen, tu tacto). Al final no veo nada y espero el sueño.
He sentido tantas cosas con vos, he sentido el cielo, su azul, su naranja indiferente y cálido que te encandilaba los ojos antes de conocerme y que secaba tus zapatillas en la ventana, también su frío en los pies y opacidad en los edificios de enfrente, la humedad entre nuestros cuerpos pegados, tu manera de llorar y reír esa noche al hacerte el amor, mi modo de soñar cada vez que te escribo, tu ademán al decirme las cosas así, mi forma de extrañarte, y los malditos ensueños que hago papel.
Hace mucho tiempo que resuelvo escudriñar cada cuadro de este parque, cada esquina, el ángulo en el que está ubicado, a veces a noventa grados y en ocasiones a cuarenta y cinco. Llueve, nieva, el sol quema los huesos, los árboles se distorsionan entre las nubes, ¿y qué hacen acá abajo las nubes y allá arriba los árboles? Qué demonios hago yo buscándote por esta parte, en este colchón, donde nada parece normal, donde el aire aparece destilado y los peces nadan en macetas de cemento usadas como cestos de basura del que nacen copiosas flores como la de tu brazo derecho. Un gentío irracional que va dejándome solo a mitad de la noche, todo es lúgubre hasta que sonríes y el sol recupera la confianza y Dios deja la timidez de lado y parece volver a escucharme, y entonces te vas o nunca estuviste y entonces ya no entiendo, como siempre. A lo mejor nunca estuviste en el parque porque, quizás, eras todo el ecosistema soñado.
En fin, me siento cansado, así no puede uno descansar. Necesito abrazarte y no solo en el sueño. La última vez que lo hice tenías un buzo rosa con capucha, un pantalón azul deportivo y unos brazos para mí, también un gracias y una sonrisa, amén de un poquito de fiebre. Yo, para vos, muchas cosas, y un te extraño mucho, de verdad, porque esto no es parte de mi sueño, ni parte de mi realidad. Es "toda" mi realidad.
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