Tres buenos amigos

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Recibí uno de esos mensajes cómicos que me dejó pensando en mi relación con dos amigos: “Tener amigos o amigas sexy es como ser dueño de una gallina: tarde o temprano te la querrás comer.” Mis amigos Fabián y Manuel, con los que me veo casi diariamente, son muy atractivos. Y yo no me quedo atrás.

Honestamente, la idea no se me ocurrió hasta que, subiendo al bote con Fabián y Manuel, puse mis ojos en el bulto en la entrepierna del primero, que sus pantalones cortos además de cubrir, ayudaban a exponer. Tal vez fue porque  hacía un par de semanas que no había tenido sexo y el que había tenido no había sido muy bueno. Faltaba saber si mis amigos aceptarían el desafío.

Apenas lanzamos el ancla al mar luego de navegar durante una hora, decidí iniciar mi juego: me saqué la parte superior del bikini y expuse mis hermosas tetas al sol y a las miradas de Manuel y Fabián, que nunca habían tenido oportunidad de verlas aunque, sin dudas, habían apreciado su buen tamaño.

- Bueno, bueno, ¡alguien quiere tomar sol! – gritó Fabián.

- Estamos solos, aprovechemos – le respondí.

Ante la mirada de sorpresa de ambos, acostada como estaba me desnudé por completo y expuse brevemente a sus miradas mi depilada vagina. No quería ser demasiado obvia así que me di vuelta y dejé que el sol me calentara la espalda y la cola.

- ¿Algún voluntario para ponerme crema solar?

Miraba a mis compañeros de aventura y veía cómo me observaban la cola. ¿Quién será el primero en acercarse?, me preguntaba. Cerré los ojos y esperé.

- Siempre pensé que tenías una cola exquisita. – escuché poco después la voz de Manuel cerca de mí.

Acompañando el comentario, sentí su mano comenzar a ponerme crema solar en los hombros. Sentí como esparcía crema lentamente por mi espalda y luego más abajo, donde la espalda cambia de nombre. Los movimientos de su mano se hicieron más lentos al recorrer los cachetes de mi culo. Luego su mano inició un recorrido en la parte interior de mis piernas que separé un poco más exponiendo así mi vulva que ya se estaba humedeciendo con las imágenes que desfilaban por mi imaginación.

- Me estás haciendo calentar. – dijo Manuel.

Estaba sentado al alcance de mis manos así que antes de que pudiera reaccionar le puse la mano en la entrepierna notando claramente que su verga estaba endurecida y pugnaba por salir de la ropa que la contenía.

- Muéstrame lo que tienes ahí. – le dije, mirándolo provocativamente.

Se paró sin demora y, cuando se desnudó, su verga saltó como accionada por un resorte. Se sentó a mi lado y mientras yo comenzaba a masturbarlo, él volvió a acariciarme el culo, especialmente en el valle entre los cachetes. Pronto sus dedos incursionaron en la abertura entre mis glúteos y exploraron los labios de mi vulva cuyos fluidos seguían aumentando.

- Me voy a poner celoso. – escuché decir a Fabián mientras los dedos de Manuel decididamente jugaban con mi vulva. Cuando miré, pude ver que se había sentado delante de mí.

- No tienes por qué. Únete al juego, siempre que esté bien para Manuel. – le dije mientras dejaba por un instante la erecta verga de este último para tantear el bulto ya prominente en la bragueta de Fabián.

- Sin problema. – respondió Manuel que no cesó sus caricias para nada.

Fabián dejó caer su ropa y colocó su pija al alcance de mi boca. Mientras los dedos de Manuel continuaban jugando con mi concha, mi mano volvió a masturbarlo al tiempo que mi lengua y mi boca entera daban placer a mi otro amigo.

- Un momento, chicos. – les dije después de un minuto – Me voy a sentar y quiero un voluntario que me chupe la concha.

Fabián se ofreció de inmediato y le dije a Manuel que me tocaba chuparle esa hermosa pija que tenía. Cambiamos posiciones y no tardé en estar gozando de los besos sutiles de Fabián en los labios de mi cachucha. Después sentí su lengua recorriendo el espacio entre ambos, introduciéndose en mi vulva de vez en cuando, lamiendo mi clítoris, chupándolo oportunamente. ¡Sí que sabía lo que me haría gozar!

Entretanto, mis manos y mi boca se entretenían ahora con la agrandada, dura poronga de Manuel. Subí y bajé repetidamente mi lengua a lo largo de su falo mientras mi mano derecha le masajeaba el escroto. ¡Me encantaba sentir la dureza de sus huevos cargados de semen que pronto le haría derramar en mi boca! Cuando me metía la cabeza de su verga en la boca y al sacarla la apretaba con mis labios, Manuel emitía gemidos que evidenciaban lo acertado de mis acciones para darle placer.

- ¡Qué bien lo haces! – me dijo.

Así seguimos los tres, cada uno haciendo lo suyo gozando y haciendo gozar. Mi mano izquierda ayudaba a mi boca con el falo de Manuel, ya rojo de excitación.

- Voy a acabar. – me hizo saber.

- Te voy a tragar todo. – le respondí y volví a la carga con mi mano, mi lengua y mi boca.

Apenas volví a envolverle la poronga con mi boca empezó a gemir y segundos después comenzó a disparar su semen en mi garganta. Seguí estrujándole la pija y tragando su leche hasta que lo vacié y su pija se ablandó.

- Muy rico. – le dije con una sonrisa y una última caricia a sus huevos. Luego me dediqué a sentir al máximo lo que Fabián hacía entre mis piernas.

- Apenas tenga el orgasmo – le dije – penétrame. Quiero sentirte adentro mío.

- Estoy seguro de que me vas a sentir. – respondió – Mira lo que te tengo preparado. – y me dejó ver su verga endurecida.

Las lamidas de Fabián, al igual que la penetración alternativa de su lengua y algunos de sus dedos en mi vulva estaban alcanzando el efecto deseado. Manuel se sentó detrás de mí y recosté mi cabeza en sus piernas. Sus manos comenzaron a masajearme las tetas y estrujarme los pezones aumentando la excitación que sentía.  No tardé en sentir que mi cuerpo entero se estremecía por efecto de un soberano orgasmo. Fabián lo percibió y, siguiendo mi pedido, así, arrodillado como estaba, a la altura perfecta, me enterró su verga sin demora en la oquedad de mi concha. Sus arremetidas y salidas no hicieron más que intensificar mi orgasmo.

Continuó entrando y saliendo de mi cuerpo con penetraciones rápidas aferradas sus manos a mi cadera. Cuando cambió por arremetidas profundas y lentas imaginé que su orgasmo estaba cerca. Emitió un gemido gutural cuando su semen comenzó a brotar de su verga para llenarme la concha. Podía sentir las pulsaciones de su falo al tiempo que dejaba atrás su dureza.

- ¿Sorprendidos? – les pregunté cuando terminamos.

- Ya lo creo, - respondió Manuel – pero gratamente, desde luego.

- Así es. – dijo Fabián.

- Tengo una idea para la próxima vez. – les dije – ¿Qué tal si intercambian tareas?

- ¡Aprobado! – dijeron al unísono mis guapos amigos y amantes.

 

 


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