Chantaje (parte 1)

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Parecía que llegaría tarde al trabajo, manejaba entre el tráfico mientras me daban las nueve de la mañana, aún estaba como a media hora cuando desesperado, tomaba el celular para llamarle a Carlos, Mi jefe. Parecía que con la mente llame a ese cabrón, el teléfono en mi mano comenzó a sonar, respondí la llamada y Carlos me preguntaba por dónde iba. –Estoy en San Ángel, no sé si llegue a tiempo. –Le dije entre los ruidos de los autos y sirenas de policías.

-Hazme un favor y te doy permiso de llegar tarde David. –Me dijo un tanto preocupado. –Escucho, dije yo.

-No estás tan lejos de mi casa, por favor ve ahí y dile a Zara que te dé mi memoria USB que dejé sobre mi buró, ahí tengo la presentación del proyecto de la próxima semana y tengo que presentarlo al medio día. –Pes regresa tú. –Le dije. –No puedo, el patrón ya está aquí y estamos viendo unas cosas, por favor hazme el paro.

Me di vuelta en un retorno y en unos minutos estaba frente a su edificio, iba a tocar el interfon pero una señora salió y aproveché para meterme, subí a su piso y desde las escaleras escuché que la puerta de la casa de Carlos se cerró, me fui despacio y llegue hasta el balcón junto a su puerta.

El pasillo estaba despejado, de pronto por el cristal miré a Zara asomar la cabeza, miró a ambos lados y un hombre salió de su casa, un beso fugaz ocurrió y el caballero caminaba de prisa hasta perderse en las escaleras, esperé un rato mirando desde el balcón cómo aquél hombre se perdía en las calles y el río de automóviles.

Llegué entonces a la puerta, toqué y Zara me recibió en solo una pequeña bata satinada color azul cielo, su cara era completamente de sorpresa, su voz tartamudeaba por haberla encontrado y al darme un beso en la mejilla, el aroma a sexo me trajo un escalofrío.

-Pasa David, disculpa que me encuentres en estas fachas, te ofrezco un café?

Sus pechos en esa bata estaban por salirse, se columpiaban de un lado a otro y ella simulaba no fijarse en mi mirada, ella estaba nerviosa, así que, quería correrme pronto para aliviar su culpa, sin embargo, también necesitaba confirmar si vi lo ocurrido.

-¿Quién te abrió David? Usualmente tocas el interfon. –Me dijo sirviendo café en una taza. –Un chico de sudadera gris salió de edificio y pues aproveché para entrar.

-¿Lo encontraste en la entrada? –Me dijo sonrojada. –Sí, ¿por?  –Por nada, subiste muy rápido.

Tomé mi café mientras zara estaba recargada en la barra de la cocina, disimuladamente miraba sus largas piernas pero sin duda, mis ojos se perdían en sus tetas abultadas que estaban tan cerca de salirse.

Me dejó un momento para ir a su habitación, mi verga estaba ya muy dura y quise acomodarla en mi pantalón, cerraba los ojos y ese olor a sexo, me seguía poniendo caliente, Zara caminaba con la pequeña USB en la mano cuando de pronto miré como se desplomaba en el piso. Corrí de inmediato a ayudarla y en el piso estaba una deliciosa escena. Zara estaba intentando levantarse pero la bata se había desatado, en una fracción de segundo sus tetas grandes estaban descubiertas, ella se puso muy sonrojada, se tapó en seguida y aún adolorida hice que se sentara en un sillón, ella apenada intentaba cubrir sus tetas pero su bata se abrió de abajo destapando sus muslos.

-Zara, ¿Qué tienes ahí?

En sus muslos había rastros de semen y ella intentó cerrar su bata con el color a tope, yo tomé su pierna con mi mano y con la otra tomé la suya, ella desconcertada por la pena no supo darse cuenta hasta que su mano estaba en mi verga completamente dura.

-David, no… ¿Cómo te atreves? –Me dijo levantándose. –Lo mejor será que te vallas.

Sonreí, estaba plenamente consciente del momento en el que me encontraba, ella volvió a sorprenderse y algo en su cabeza le decía que sus sospechas eran ciertas.

-Ese hombre de la sudadera te debió dejar bien llena de lechita, mira que hasta se te sale en un tropiezo.

Zara se quedó petrificada, yo me levanté lentamente hasta estar frente a su cara, ella caminó dos pasos en reversa y se sostuvo de unas de las sillas del comedor. –No lo culpo, debe ser delicioso ver esas chichotas moviéndose cada que su verga chocaba en tus muslos, seguro gimes bien rico que te cogió tan duro que todo su semen salió expulsado sin controlarlo.

Me acerqué a su cuello, mis manos fueron a su listón y lo desanudaron, ella solo respiraba exaltada mirándome sin moverse. –Carlos no tiene tiempo para atenderte Zara, es comprensible que tuvieras quien te diera eso que te hace falta, estas bien buena y seguro eres bien caliente. –Le dije en su oído susurrando.

-No soy una cualquiera. Yo amo a mi esposo, es solo que el casi no está en casa.

-Zara, yo lo entiendo, jamás dije que no amaras a Carlos, pero seguro tienes muchas horas a solas, donde tu cuerpo quiere sentirse acariciado, seguro te has masturbado deseando que el estuviera contigo, seguramente fueron muchas las noches en que quisiste que te hiciera su perra pero no tuvo tiempo.

Zara respiraba muy excitada sus pezones erectos eran acariciados con mis manos, mi boca besaba su cuello, ella se quedaba sin mover un solo músculo, yo seguía seduciéndola con palabras mientras mis manos llegaron hasta sus nalgas.

-Basta, Por favor David para.

-De verdad quieres que pare? Tu coño no dice lo mismo.

Un suspiro salió perturbado, mi mano apretaba su sexo peludo, mi verga estaba muy dura y entonces Zara rompió el silencio.

-David estoy muy confundida, por un lado me siento terrible por engañar a mi esposo y por otro, no niego que tus palabras me han calentado como nunca, si, el chico que salió vino a cogerme, no sabes lo rico que me hizo venir, me sentí una niña otra vez, amo a Carlos pero él, está más tiempo en su trabajo que conmigo, y yo tengo ganas de que me cojan, de que me metan la verga hasta hacerme gritar como puta. Él no es el único amante que tengo, pero juro que solo meto hombres en mi cama porque es lo único que Carlos no me da. Pero ya no puedo controlarme, cada vez que un hombre me coge, me vengo como niña y tengo más ganas, el chico de la sudadera me cogió tres veces y ahorita me esto empapando contigo. Quiero que me cojas y a la vez quiero que te vayas pero me da miedo que puedas decirle.

-No sabes lo caliente que me pones Zarita, verte en esta bata, que apenas te tapa, saber que debajo estas completamente desnuda, y saber que en tu panochota tienes aun la leche de ese hombre me excita, tus chichis, tu olor a sexo, no sabes cuánto deseo cogerte. Puedo irme si quieres y sufrirás la duda del si le contaré a Carlos, o podemos ser confidentes y dejarnos de pendejadas.

 

 

 

 

 

 


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