Nada celestial

De verdad que no puedo Mari, lo siento mucho.

No necesitas hablar susurrando, a esta hora nadie nos escucha, me prometiste que si pasaba tu estarías ahí-

Sí, pero las cosas son distintas ¿Qué tal si me encuentro a su esposa?

¡Ay Julia! Si desde que se fue nunca más volvió, además, te quedaste esperando toda la vida y ahora que puedes no quieres despedirlo… ¡anda Julia, reza el rosario para que descanse en paz!

Es que no puedo, perdóneme.

¡Casi no va a haber gente! Solo sus amigos los borrachitos… ¿No te das cuenta que los muertos de hoy son menos importantes que el rector del seminario? todos se fueron para allá, le van a hacer una misa, se murió antenoche.

Espéreme a las tres de la tarde, Mari, me baño y voy para allá.

¡Gracias Julia hermosa! Lamento mucho tu perdida, ojalá se hubiera quedado contigo…

Era su hijo, Mari, la pérdida es de las dos.

 

II

Ave María Purísima…

 

Ya está Mari, me retiró, hay muchas cosas que hacer.

¿A dónde vas mujer? Si mira la carita que tienes, toda descompuesta…

Me decía que se había encaprichado con ella… que si se le pasaba me iba a buscar, y mire usted, le guarde un respeto solemne toda la vida, era muy raro… ahora no hay nada que hacer.

Hay amores que no pueden ser, Julia.

Lo peor de todo es que si se levantará del ataúd y me dijera -muérete conmigo-, por Dios que me moría, para evitar la vida sin volver a verlo.

Esa luz cegadora casi al final del rosario es una señal del cielo, Julia, él te estará esperando al final.

No soy ingenua, Mari… probablemente haya habido algún milagro en otro lado, aquí de celestial nunca hubo nada.

 

 

*Relato complementario a “Señorita Julia”, relato publicado en este noble espacio en febrero pasado.

Gracias por leer.