Aquí somos tres

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-Puedes hacer lo que quieras menos besarla.  -Me ordenó.

La verga la tenía tan dura que me dolían hasta los huevos.  Ahí estaba yo sentado en un mueble frente a la cama viendo a mi mujer en una maraña de cuerpos sudorosos sobre la cama, me parecía increíble y un poco ridículo que me haya prohibido tal cosa.  Silvia es una mujer tranquila, aunque muy curiosa nunca ha sido fuego, ese fuego que vi y que me hizo hervir la sangre.

Tenía frente a mis ojos sexo entre mis mujeres y una de ellas era mi esposa.  La sangre bombeaba caliente, pero sabía que tenía que esperar, mi mano ahorcaba mi miembro duro y rojo.  Los besos empezaron tímidos, pero se fueron haciendo más lascivos, más húmedos igual que ese par de coños depilados que ya empezaban a chorrear, quería participar, pero también quería ver como esa mujer, mi mujer, hervía como nunca antes. Ambas llevaban puestas medias largas hasta las rodillas Jessica negras y Silvia rojas.  Jessica más experimentada llevaba la situación mientras que Silvia solo seguía indicaciones. 

Silvia con los ojos cerrados disfrutaba de los besos en el cuello mientras que Jessica le besaba, lamía y mordía uno de sus pezones y el otro lo estiraba con sus dedos.  Poco a poco Silvia fue abriendo las piernas y fue ahí cuando Jessica acomodó una de las suyas y sin inhibición se fue frotando.  Jessica no dejaba de acariciarla y besarla.  Esas caricias eran tiernas no necesitó decir una palabra para que mi esposa la entendiera.  Colocó una de sus manos en su vientre y Silvia se recostó dócil sobre la cama, abrió las piernas mientras que Jessica fue dejando un rastro de besos desde los dedos de los pies hasta los muslos cuando su cabeza se perdió ahí en el monte de Venus.  Silvia se retorció de placer al sentir su lengua, arqueó la espalda y subió un poco más la pelvis.  Jessica acomodó una almohada bajo sus nalgas y con sus dedos abrió los labios vaginales de mi esposa pegó su boca y lamió el clítoris, eran lamidas lentas, como si estuviera comiendo un helado y disfrutándolo.  Silvia se mordía los labios y apretaba las sábanas en sus manos, los pezones los tenía parados y duros y el movimiento de sus caderas eran lentos al principio y frenéticos cuando llegó el orgasmo.

-¿Vas a participar o te quedarás todo el tiempo mirando?  -Preguntó Jessica mostrándome esa chucha morena y brillante.  Claro que me apetecía reventarle ese coño delicioso que tenía, pero me rehusé a contestar.

Silvia se incorporó y esta vez fue ella quien le chupó las tetas a Jessica.  Mis ojos brillaban y mi cara estaba roja, notoria imagen frente al espejo.

Me decidí a participar cuando Jessica colocó a Silvia sobre sus piernas y sus vaginas empezaron a frotarse haciendo ruidos placenteros para el oído y la vista.  Me acerqué a ellas, con el pene doliendo de placer y las bolas llenas.  Los gemidos retumbaban en la habitación y yo al igual que ellas estaba mojado y a punto de reventar cuando ambas quedaron exhaustas de placer.  Agarré a Silvia de la cintura y la coloqué al borde de la cama, de una nalgada ella sabía que tenía que parar el culo y cuando lo hizo coloqué mi punta en su arrugado orificio, se negó moviéndose un poco.  Recogí con mi mano un poco de los jugos de su vagina y le mojé la entrada y también mi punta que ya latía fuerte, la volví a acomodar y entró solo un poco, Silvia se negaba, las piernas le temblaban, pero sé que quería más y yo iba a dárselo y Jessica también.  Se acercó a nosotros y metió su cabeza entre nuestras piernas y empezó a chupar otra vez a Silvia quien se fue relajando poco a poco; su espalda se frotaba contra mi pecho, paraba el culo y lo meneaba, se lo fui introduciendo y aunque se movía tratando de evitar mi incursión no se negaba, cuando todo mi pene desapareció entre sus nalgas se fue moviendo despacio mientras que yo luchaba para no reventar ese culo virgen que tanto le había pedido.  Su estrechez y la imagen de Jessica frotándose mientras se la chupaba a mi esposa y de vez en cuando metía mis bolas en su boca, me descontroló y empecé a bombear una y otra vez lento para no hacerle daño, Silvia gemía y pedía más, sus tetas rebotaban y sus caderas se meneaban como bailando bachata, hice que su pecho lo colocara sobre Jessica y que la cola la levantara aún más, ella también empezó a lamer el coño de Jessica, resistía mis embistes y mis nalgadas hasta que exploté dejándola bañada en leche.

 

-¿Crees que sea lesbiana Silvia?  -Le pregunté a avergonzado a Jessica mientras me vestía después de haber pasado la última media hora en su departamento teniendo sexo.

-No querido, ella no es lesbiana solo han experimentado como pareja otros placeres.

La besé y me fui más tranquilo a casa.

 

-¿Te gustó lo que viste?

-Me encantó.  -Dijo Silvia al salir de su escondite.


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