Se fue. Me quedé aquí, en este trozo de mundo que se derrumba, sujeto por el débil hilo que me ahoga, apoyado en el bastón que me golpea, sumergido en este llanto que me ahoga, quemado por la pasión que me abrasa, envenenado por los celos que digiero, adormecido por el leve suspiro inaudito, magullado por el roce que no hubo, y dolido, porque no me has hecho caso.
Yo solamente nací para quererte, viví para servirte, callé para mantenerte..., y al fin, no fui capaz de retenerte, de transformarte en mi princesa querida, en mi amante complaciente, y perdí, todo aquello que nunca tuve, ni compré, ni poseí…, pues no fui más que un muñeco de trapo, que a diario destrozabas, con tus palabras amigas, a mi lado, en mi cuarto.
Y ese cuerpo prohibido, de voluptuosidad amainado, que me trajo embrujado, que pobló mis sueños de mil imágenes para amarlo. Y como todo, tan cerca y tan alejado, tan próximo y tan distante, que aunque lo tuve delante no me atreví a acariciarlo.
Asiento y no siento tu indiferencia, ciego estoy a una verdad que me grita, sordo ante la evidencia que me deslumbra…, querer como te quise, amar como te amé…, y solo recibir a cambio frío desdén en pago.
Nunca más quiero volver a verte, no me hables si me ves, pues volvería una y mil veces, caer rendido a tus pies.
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