Carmela y sus jóvenes huéspedes y 2

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Soy Carmela, les recuerdo que estoy divorciada y tengo 43 años. Hospedo a dos jóvenes estudiantes en mi casa, Lucía de 19 años y Ernesto de 20.

Hasta entonces la vida en la casa era normal, yo preparaba la comida y la casa y ellos estudiaban e iban a clase.

Pero aquella noche había pasado por las camas de mis dos jóvenes huéspedes por primera vez.

Hacia las 6 de la mañana de aquella memorable noche oí ruido en la ducha, e intuí que ya se había levantado Ernesto, más temprano de lo que era habitual en él, para llegar a tiempo a su primera clase de las 8, teniendo en cuenta que en 20 minutos llegaba caminando a la Universidad.

Yo seguía en la cama con Lucía, la besé suavemente mientras se iba despertando, y luego más intensamente. Nuestras lenguas jugaron un largo rato, mientras nuestros cuerpos desnudos se apretaban el uno contra el otro.

-Vamos al baño, le dije.

Le agarré la mano y tiré de ella para levantarla. Ambas desnudas nos dirigimos al baño.

Al abrir la puerta se quedó paralizada al comprobar que Ernesto estaba duchándose.

Lucía hizo un leve intento de salir, pero yo que continuaba agarrando su mano se lo impedí.

Fuimos hasta el borde de la bañera y rodé la cortina viendo a Ernesto desnudo de espaldas.

-No te gires que te voy a ayudar a enjabonar, le dije.

Puse un chorro de gel en la mano de Lucía y se la empujé hacia Ernesto para que lo enjabonara ella.

Empezó suavemente a recorrer su mano por la espalda, extendiendo el jabón.

Nuevamente le agarré la mano y se la dirigí hacia sus nalgas para que continuara.

El abrió sus piernas para que aquella mano pudiera hacer su trabajo más fácilmente.

Siguió por sus muslos y piernas, arriba y abajo. Luego Ernesto arqueó su espalda para facilitar un enjabonado completo. Tuve que dirigir la mano de Lucía hacia el agujero anal de Ernesto pues no se atrevía. Pasó sus dedos por fuera y dentro de ese orificio.

Puse más jabón en sus dedos para que lo introdujera más intensamente. Empezó a meterlo y sacarlo de forma rítmica, mostrando una incipiente excitación en ambos.

-Ahora por delante- les dije

- Oh, no sabía que estaban las dos, dijo Ernesto al girarse, sonrojándose durante unos instantes.

- Acaso te molesta? Cuatro manos hacen más que dos, y mucho más en el placer, y además no somos extraños para ti, que vivimos bajo el mismo techo- le dije.

- No , no- dijo, tartamudeando por la sorpresa.

Lucía comenzó enjabonando su pecho, luego sus piernas y muslos.

Nuevamente tuve que agarrar la mano de Lucía y dirigirla a la entrepierna de Ernesto, para que enjabonara bien su polla y huevos.

- Sigue así, enjabónalo bien – le dije, mientras yo acariciaba las nalgas de Ernesto y metía un dedo en el agujero de su culo.

Comenzaron a besarse mientras se daban un fuerte abrazo.

Yo continué acariciando sus nalgas, y le di algunas palmadas en su culo.

La polla de Ernesto se apretaba con el coño de Lucía mientras seguían jugando con sus lenguas.

Tras dos fuertes nalgadas en el culo de Lucía, le grité que se pusiera “ a cuatro patas”.

Agarré fuerte la polla de Ernesto y le di varias sacudidas, no sin antes arrodillarme e introducírmela en la boca, lo más que pude hasta el fondo de mi garganta.

Luego acerqué mi cara al culo de Lucía y comencé a lamer su agujero.

-Ya la tienes preparada para estrenar su culo, pórtate bien, quiero ver cómo te la follas - le dije a Ernesto.

Le separé las nalgas a Lucía y puse la punta de la polla en el agujero del culo. Ernesto empujó suavemente intentando meterla toda, mientras mis dedos hurgaban en su coño.

- Si, jódeme por el culo, estrénalo bien- dijo Lucía

Lucía se acomodó de rodillas con la cara y los hombros tocando el suelo.

En su ano entraba y salía aquella polla sin parar mientras yo palmeteaba ahora el culo de Ernesto.

Luego le pellizqué los pezones a Lucía. Ella gemía de placer.

Con su culo en pompa entraba más fácilmente aquella hermosa polla que se estrellaba contra su trasero y su coño.

Cuando Ernesto estaba a punto de correrse, sacó su herramienta del culo de Lucía, quien puso su boca en disposición de tragarse el néctar que había generado y que se disponía a salir por aquel mástil erecto.

Mientras Ernesto se pajeaba para facilitar la salida del líquido, yo azotaba ahora otra vez el trasero de Ernesto e introducía un dedo en su agujero anal para acariciarlo, facilitando el éxtasis que le produjo mientras Lucía le tragaba el semen de aquella polla y la excitación de mis dedos que no paraban de hurgar en su culo.

Yo me arrodillé, introduje aquella hermosa herramienta en mi boca y terminé de chupar los flujos de ambos que aún quedaban, mientras Lucía me frotaba el clítoris para intentar la última corrida, y viendo como el flujo recorre mis muslos

Ernesto, Lucía y yo, no dejábamos de gemir, chillar y jadear como final de aquel primer y exitoso trio en nuestra casa.

La vida en mi casa había cambiado. A partir de entonces nos mirábamos con otros ojos, que expresaban más deseo y pasión y se dejaba sentir en cada ocasión propicia. Las caricias se prodigaban en múltiples ocasiones a lo largo del día y de la noche. Nos dábamos los buenos días y noches con un intenso beso y abrazo. Nos bañábamos indistintamente unos con otros. Y la mayoría de ocasiones paseábamos desnudos por la casa, o en diminuta ropa interior.

Yo me acostaba indistintamente con Ernesto o Lucía, y ellos otras veces juntos.

Compré tres camas King size de 180x 200 cm, para poder acostarnos cómodamente los tres con quien quisiéramos, y algunas veces todos juntos.

Teníamos tres buenos camisones junto a la puerta de entrada de la casa, por si llamaban y no teníamos tiempo de vestirnos.

Quienes nos conocían decían que había muy buenas vibraciones en nuestra casa, pues se notaba la felicidad que transmitíamos.


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