En otro mundo

Aquel día sería perfecto. Tenía todo calculado para la tarde, cuántas rosas colocar en la mesa – porque a él le encantaban aquellas flores, sobretodo rojas-, a qué hora encender las velas, en qué momento serviría el postre…también había creado una lista en Netflix sobre las posibles películas que verían juntos al acabar la cena y se regodeó por horas en su closet por cual vestido usar.

Era un día soleado. Hermoso. Se sentía feliz. Solo tenía que ir al supermercado a comprar algunas cosas que le había encargado su jefa para la convivencia que organizaría la empresa en un par de días.

Al volver de compras, ya bien de tarde, tomó una ducha, corrió hacia su habitación, se cambió de ropa y observando su viejo reloj de pared, se percató que faltaban 10 minutos para que él llegara.

Pero pasaban los minutos y nadie tocaba la puerta. Pasó más de una hora mirando a través de la ventana y nadie llegaba.

-¡Ya se enfría la cena mujer!- escuchó a lo lejos una voz masculina, tal vez era su imaginación, se decía a sí misma, sin dejar de mirar hacia la calle.

Y así fue como transcurría otro día en que ella no se dio cuenta que él ya se encontraba viviendo allí.