La terraza II

Coge unas uvas y, una a una, acompasado de sus penetraciones, se las mete en la boca. La boca de Bárbara que se abre y cierra para coger aire y tragar, hace que el jugo resbale por su comisura y Marco lo lame. Ella le pide que le quite la blusa, sólo la blusa. Se queda tumbada sobre la mesa, sus piernas apoyadas en la silla libre de Marco. Está ahí, entregada con sus braguitas de algodón corridas hacia un lado, su miembro dentro y la camiseta de tirantes, marcando sus pezones. El calor y la excitación han hecho que el sudor, sea el último invitado en llegar. Esos dos cuerpos bañados por el sol, el sudor y jugo de uvas, son los que decoran una terraza que grita de placer. 

Gírame -ordena ella mientras se quita la camiseta.

Espera, espera porque...– y empieza a chupar sus pezones y pechos excitados rociados de uva. Ella deja que su lengua recorra su torso mojado, sus pechos, su cuello. Sus miradas coinciden y cómplices del placer, sonríen. Saben que están disfrutando y quieren más. 

Él, con un solo movimiento, la coge en brazos y la tumba boca abajo en la hamaca. De pie, ve como su diablesa, se tumba relajadamente. Entregada. Le quita las braguitas y las tira. Sin él decir nada, ella poco a poco, va abriendo sus piernas para dejar claro el camino a tomar. Él sonríe porque no puede evitar desear a esa mujer. Esa mujer que siempre dispuesta a complacerle, tan generosa como con todo, le estaba calando hasta en lo más profundo. Le había costado bastante tiempo llegar hasta ella, ganar su confianza y su corazón, pero cada minuto ahora con ella, compensaba el esfuerzo. 

Se tumba de lado. Gira a su amante para que su espalda dé con su pecho. Pasa su brazo libre por debajo del de su amada y abraza su pecho izquierdo. Huele su pelo, lo respira y con una suavidad pasmosa, introduce su miembro tenso, caliente, en el paraíso. Los movimientos suceden solos, follan a la par, follan recordando, follan imaginando, follan fantaseando, follan para sanar y, follan para ellos.