El Poder de Mario

Ya, a sus veinticinco años, Mario sabía que era especial desde el día de su nacimiento. Que sus poderes eran únicos en aquel pueblecito, y que su necesidad de aumentar el don que había recibido, se acotaba en aquel entorno rural.

El haber sido monaguillo y conocer al Padre Miguel, habían alimentado su curiosidad por saber si sería posible utilizarlos para ayudar a mucha más gente.

Su capacidad de poder descubrir el mal en ciertas personas, con sólo escudriñar sus ojos. El poder de acabar con situaciones verdaderamente comprometidas y violentas, calmando ánimos descontrolados, le obligaban a intentar ampliar su radio de acción.
Nadie en el pueblo le supo explicar nunca porqué había recaído en él aquel notable poder, y su necesidad de respuestas lo llevaron a la gran ciudad....

La anciana que le dio hospedaje a su llegada, notó rápidamente que aquel joven tenía algo especial en la mirada, algo poco común, y su cara, en principio tensa y cansada, se relajó tras escuchar su historia.

Le explicó su búsqueda de alguien que pudiera dar respuesta a sus más que lógicas preguntas. Alguna persona, con conocimientos suficientes, que pudiera arrojar luz sobre su presencia y del destino que tendría haber nacido con ese don.

La vieja señora, que había sufrido a lo largo de sus muchos años de vida, varias guerras, hambre, pérdidas irreemplazables, e incluso las esperanzas en muchas ocasiones, le miró con ternura a los ojos para decirle, con su cansado hilo de voz, que no hacía falta que buscase más, que ella le podía explicar, además, el propósito de su llegada al mundo.

Emocionado, con el rostro iluminado y una amplia sonrisa de felicidad, le requirió la tan esperada solución a aquella incógnita, que le proporcionaría sentido a su vida a partir de ahora.

La anciana le tomó de la mano, le hizo soltar la maleta en el suelo y, bajo el quicio de la puerta de su casa de huéspedes, le aclaró: personas muy inteligentes de este planeta, llaman a tus, magníficos, Poderes “SÍNDROME DE DOWN”