La mamá de mi amigo me sedujo
Por ibirico
Enviado el 03/10/2019, clasificado en Adultos / eróticos
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Tengo un corazón muy grande- me dijo- ¿quieres ver que tanto?
Sin darme tiempo a entender lo que quería decir, tomó mi mano y la puso sobre uno de sus senos. Esto, además del sobresalto inicial, me confirmó lo que ya sospechaba claramente: esta señora deseaba tener sexo conmigo. Porque las últimas semanas habían estado cargadas de insinuaciones y toqueteos poco apropiados pues ella era la mamá de mi amigo, a quien llamaremos Arturo. Desde que Arturo, mi compañero de la universidad, me la presentó un día que fuimos a su casa después de clases, ella no había parado de coquetearme y, de tocarme cada que tenía oportunidad. Me tenía con una enorme duda; con la incredulidad de que una señora veterana de tan buen ver, y para colmo la mamá de mi gran amigo, se hubiera fijado en mi. Porque yo no era más que un joven, recién salido de la adolescencia, que no tenía mayor recorrido con las mujeres, y que por supuesto no tenía la experiencia para entender cuando una mujer se te está insinuado, ni para saber que hacer al respecto. Ella en cambio, era una mujer hecha y derecha, de unos cuarenta y tantos años, con un cuerpo de esos que parecen forjados con muchas horas de gimnasio y probablemente con la ayuda también de algunas cirugías. Ella había sabido llevar muy bien la situación. No hacía nada evidente delante de su hijo. Pero en cuanto tenía la oportunidad no dejaba de hablarme de forma coqueta, de mirarme con descaro y de tocarme cuando estaba a su alcance. Por esos días yo iba mucho a la casa de ellos, porque Arturo y yo estábamos metidos en un proyecto de la universidad. Eran frecuentes las veces que nos quedábamos hasta tarde trabajando en el computador. Ese día en particular estuvimos trabajando desde muy temprano. Ya entrada la noche, aun nos quedaba algo por hacer, y Arturo tenía que madrugar al otro día porque tenía clases muy temprano. Yo le sugerí que se fuera a dormir y que yo terminaría el trabajo pendiente y luego me iría a mi casa. Arturo aceptó. Entonces me quedé trabajando solo en el computador, en una habitación que tenían habilitada como estudio. Pero había transcurrido muy poco tiempo cuando apareció la mamá de mi amigo. Estaba vestida con un piyama, que, si bien no tenía nada particularmente atrevido, si dejaba entrever los encantos de la señora. Lo primero que noté es que sus pezones se le alcanzaban a distinguir a través de la fina tela. Inmediatamente desvié la mirada. Ella supo disimular bien la situación y comenzó una charla que nos llevó al tema de que ella era muy compasiva con los animales. Fue ahí que se lanzó:
Es que yo tengo un corazón muy grande, ¿quieres ver que tanto? - y me cogió la mano y la puso sobre uno de sus senos. Me quedé quieto. Casi en estado de shock. Lentamente, mientras pasaba mi asombro, empecé a acariciar con mucho susto el seno que ella me había ofrecido y luego ya en forma más decidida los dos senos con ambas manos. Eran de buen tamaño y se sentían muy suaves, quizá algo blandos. Se alcanzaba a percibir como iba aumentando la turgencia de sus pezones a través de la tela del piyama. Ella me acariciaba mi cabello mientras me dejaba jugar con sus senos, luego separó mis manos de su cuerpo, se desabotonó la camisa del piyama y se la quito. La tiró al suelo y se irguió altiva exhibiendo sus hermosos senos coronados por unos grandes y duros pezones color miel. Se notaba que estaba orgullosa de su cuerpo. Acercó sus senos a mi cara hasta que estuvieron al alcance de mi boca. Me dediqué entonces a besar y succionar sus pezones. Ella mientras tanto siguió acariciando mi cabello. Al cabo de un momento ella se agachó un poco y delicadamente puso su mano sobre el bulto de mi pene que ya a estas alturas estaba tan hinchado bajo mi ropa, que ya me producía incomodidad.
¿Quieres que te ayude a relajarte? - me preguntó hablando en voz baja y de manera muy sensual mientras me hacía presión en mi paquete.
Si- respondí yo sin saber muy bien que era lo que ella me estaba proponiendo.
Ella entonces se situó al lado de la silla donde yo estaba sentado, se arrodilló en el piso y me empezó a desabrochar el cinturón del pantalón. Yo me incorporé y le ayudé a desabrochar y bajar mis pantalones y mi boxer hasta más abajo de las rodillas. Mi pene estaba totalmente erecto. Ella se quedó mirándolo con cara de perversión, para luego, con toda la calma del mundo, limpiarlo suavemente con un pañito húmedo que no sé de dónde sacó, y luego me agarró los testículos con una mano y con la otra empezó a estimular mi pene, con un ritmo tan lento que se hacía casi que insoportable de lo lento que era. Yo estaba que me moría. Quería más velocidad. Pero ella sabía lo que hacía. Fué ella quien manejó los tiempos y quien decidió que hacer y cuando hacerlo. Al cabo de lo que me pareció una eternidad, acercó su boca a mi pene. Pero solo simulaba que iba a tragarlo para luego arrepentirse. Solo lo lamía ligeramente por los lados. Deslizaba su lengua desde mis testículos hasta el glande, pero cuando llegaba allí se retiraba y me miraba con picardía. Repitió esa maniobra varias veces. ¡Estaba jugando conmigo! Yo exploté y le dije con una mal controlada voz:
-Dale ya! -
Ella hizo un rápido gesto con el dedo en sus labios, pidiéndome que bajara la voz, pues podíamos despertar a Arturo. Pero mi protesta parece que sirvió. Inmediatamente se lo metió a la boca, sin miramientos. Empezó por besar y chupar mi glande, para luego ir aumentando el grado de penetración de mi pene en su boca. Llegó a engullirlo totalmente. Lo hacía muy bien. Su boca era muy suave. Yo sentía la mejor sensación que había tenido en toda mi vida. Llegué rápido. Mucho más rápido de lo que hubiera deseado. Pero es que ella tenía mucha habilidad y yo estaba muy excitado por su juego previo. Eyaculé totalmente en su boca. Ella no se retiró, sino que siguió chupando hasta tragar toda mi descarga de semen. Después siguió lamiendo mi pene para tragar las últimas gotas que aún me salían. Solo se detuvo cuando estuvo segura que no me saldría más. Para finalizar ella me ayudó a vestirme y se despidió de mi con un beso en la boca y me dijo:
-Quiero que mañana vengas cuando esté sola. Quiero hacerte el amor. Pero antes quiero que te afeites totalmente allí abajo.
Era una orden, no una propuesta. A esas alturas yo ya era su esclavo. Por supuesto que obedecí todas sus órdenes el día siguiente. Pero eso es otra historia.
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