Atrapada en su pétrea prisión está,
expectante, pensativa y enojada.
Y en espera de ayuda continuará,
mientras no se pueda hacer nada.
Una mano que la aferre, aunque temblorosa sea,
con fuerza suficiente para deshacer su anclaje,
no podrá lograrlo sin que esperanza en sí vea,
y seguir tirando, aún a riesgo de no acabar el viaje.
Su larga exposición se convierte en martirio,
cuando asfixia una imponente presión.
Y nada, suficientemente, podrá aportar alivio,
hasta que se no relaje de nuevo la tensión
Muchos la ansían agarrados a lo básico,
aunque sepan que al final no podrán liberarla,
la intención es lo que cuenta: dice, todo un clásico
orgulloso de intentarlo, hay que soltarla.
Sólo los puros de corazón podrán liberarme,
sin que la fuerza bruta actúe prácticamente.
Como esa virtud la perdí, y no puedo avergonzarme,
seguiré admirando tu atrapada belleza, eternamente.
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