Una tarde con mi compañera de trabajo

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-Vamos, di que si- le insistí, mientras le agarraba una mano.

-No ingeniero, no podemos hacer eso acá. Nos pueden ver- y retiró rápidamente su mano de la mía.

Claro que ella tenía razón. Después de todo estábamos en la empresa donde trabajábamos los dos. Así que de nuevo mi intento no fructificó. Ella se paró de la mesa que estábamos compartiendo, y se retiró para su oficina.

-Nos vemos ingeniero- me dijo mientras me lanzaba un beso al aire.

Ahí estaba de nuevo ese comportamiento. No aceptaba mis acercamientos, pero tampoco me los negaba por completo. Hasta me coqueteaba un poco. Sus negativas eran circunstanciales, no definitivas. Me rechazaba por el lugar donde estábamos, o por el tiempo del que disponíamos. Pero siempre me daba esperanzas.

Las circunstancias cambiaron un día que la empresa nos envió a un ciclo de capacitaciones técnicas sobre nuestro trabajo. Yo como Ingeniero de planta y ella con un cargo técnico de nivel intermedio, éramos las personas designadas para asistir. El lugar era un bello hotel campestre en las afueras de la ciudad, al cual nos desplazábamos en la mañana y retornábamos en la tarde. Esto durante toda una semana. El último día, un viernes, nos dieron libre después del almuerzo. Esto quería decir que quedábamos con la tarde disponible para nosotros.

-Ingeniero, nos vamos para la empresa?- Me preguntó ella

-Por supuesto que no. Allá no nos esperan. Además, estoy un poco cansado. ¿Por qué no nos quedamos acá? Podemos alquilar una de esas lindas cabañas que tienen, descansamos un poco, nos relajamos y retornamos al fin de la tarde a la ciudad – Le propuse, obviamente con doble intención, y sin muchas esperanzas de que aceptara.

Ella lo pensó solo un instante y me soltó una respuesta que seguramente ya la tenía planeada.

-Listo Ingeniero. Le propongo esto: nos quedamos acá y pasamos un rato agradable. Pero hay un favor muy especial que tengo que pedirle. De que usted me haga ese favor, depende que tan “agradable” vamos a pasar.

-¿Y qué favor es ese? – Pregunté con intriga.

-Necesito que le ayude a mi esposo a conseguir un empleo en la empresa. Es que lo despidieron de su trabajo. Usted puede hacerlo – me dijo

Me cayó por sorpresa esa petición. Yo si sabía que ella estaba casada. Pero no sabía casi nada sobre su esposo. No sabía que hubiera perdido el empleo.

-Caramba, no lo sabía. Lo siento mucho. Claro que puedo ayudarle con lo del empleo. Estamos necesitando conductores en este momento- Yo si sabía que era conductor.

Se le alumbró el rostro y me dijo con tono seductor

-Tome pues esa cabaña y verá cómo le voy a agradecer el favor.

No encontré reparos a su propuesta. Una vez que estuvimos instalados en la habitación fue ella quien tomó las tiendas de la situación. Dejó de ser la chica algo tímida que había conocido meses atrás, y se convirtió en una hembra deseosa de dar y recibir placer, que no guardaba ningún recato.

-Vamos a bañarnos- dijo mientras ella misma me desnudaba y se desnudaba. Todo la hacía ella. Nunca fue pasiva. Fue ella quien llevó la iniciativa. Tenía un cuerpo espectacular. Tal como lo había soñado. Era una flaca con buen trasero y unos senos de tamaño medio bien parados. Nos metimos a la ducha y ella tomó el jabón y se dedicó a lavar y frotar todo mi cuerpo. No tuvo ningún reparo en agarrar mi pene. Lo lavó meticulosamente. Terminó por arrodillarse y me dio un delicado beso en la punta de mi glande.

-Me gusta tu pene- dijo mirándome a los ojos.

Después cogió la toalla y me secó con la misma meticulosidad. Todo lo hacía sin prisas. No se veía ningún signo de nerviosismo, sino que mostraba absoluta seguridad en sus actos. Me agarró del pene y me llevó así, jalándome del pene, hasta la cama. Allí me tendió de espaldas, se acomodó entre mis piernas y me regaló una mamada fantástica. Lo hacía francamente bien. Mucho mejor que algunas profesionales del sexo que yo había conocido. Me tuve que incorporar para detenerla. Si seguía así iba a llegar demasiado rápido, y eso no era lo que yo quería. La acomodé a ella de espaldas y me dediqué un buen rato a explorar con manos y boca ese hermoso y suave cuerpo con el que había soñado tantas veces. Le hice sexo oral y esta vez no me detuve hasta que apareció en ella un orgasmo que le hizo sacudir violentamente todo su cuerpo con unos fuertes espasmos. Tuvimos que detenernos unos instantes mientras ella recuperaba su normalidad. Fue la única vez que pareció perder un poco el control de la situación. Pero rápidamente volvió a tomar la iniciativa. Me tendió de espaldas, me colocó con mucho cuidado y esmero un condón, y se montó encima mío. Ella guio con destreza mi pene dentro de su vagina. Fue bajando lentamente hasta lograr la penetración completa. Se inclinó hasta lograr darme un beso en mis labios y me dijo amorosamente:

-Me gusta cómo se siente tu pene dentro de mí.

Inició un sube y baja con un ritmo que inició lento, y fue ganando velocidad paulatinamente. -Quieres llegar así? - Me preguntó al cabo de un rato.

-No. Déjame ensayar otra posición- le dije

La guie hasta acostarla boca abajo, me monte encima de ella y le pedí que guiara mi pene. Ella hábilmente lo agarró metiendo su mano bajo su cuerpo y entre sus piernas y lo llevó hasta su vagina. La penetré así hasta el fondo. Sus nalgas de buen volumen actuaban como un amortiguador a mis embestidas y producían un ruido de golpeteo que aumentaba mi excitación. Arremetí duro contra ella, como si fuera la última misión que tenía en la vida, hasta que llegué. Después me retiré y ella misma con gran cuidado me quitó el condón. Nos metimos otra vez al baño y repitió todo el proceso con el jabón en todo mi cuerpo. Mi pene recibió especiales atenciones. Cuando me estaba vistiendo, lo miró por última vez y le dio un tierno beso. Nos vestimos y entregamos la cabaña. Volvimos a la ciudad al fin de la tarde.

Después de eso no hemos vuelto a tener encuentros sexuales. Yo le conseguí el empleo a su esposo como habíamos acordado. Somos buenos compañeros de trabajo. Nos ayudamos mutuamente y mantenemos cierta complicidad en nuestro trato público. Además de eso, es como si no hubiera ocurrido nada. Ni ella ni yo lo mencionamos. Supongo que la enorme sintonía que tuvimos esa tarde, y el hecho de que ambos tenemos matrimonios que deseamos preservar, hace que los dos nos preocupemos por el peligro de una relación que se salga de control.


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