Compañeros

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Trabajo en una empresa a nivel nacional. Mi trabajo consiste en contacto con las demás delegaciones o con la central para solventar problemas. Estamos haciendo cambios lo que me hace estar todo el día al teléfono con la central, hablando con Oscar. No lo había visto nunca, pero su voz era reconocible en cualquier lugar, me volvía loca imaginarlo susurrándome al oído, mientras sentía todo su cuerpo pegado al mío.
Fui a mi mesa y sonó el teléfono, miré la pantalla led, vi que era él. Respiré hondo y descolgué. Estuvimos hablando de los cambios, a veces me centraba tanto en su voz, que me enteraba de lo que me decía. Después de casi dos horas hablando, nos despedimos hasta el lunes y no volvimos hablar más.
Me fui a casa, pedí comida china, mientras esperaba me duché. Llego la comida, me serví una copa de vino y cené. Creo que bebí más vino del que debía porque me quedé dormida en el sofá. Me despertó el sonido del móvil, no reconocí el número y lo dejé sonar. Elimine la notificación de llamada perdida. Volvió a sonar, colgué, lo puse en silencio me bebí el vino que quedaba en la botella y me volví a quedar dormida. Al día siguiente vi que tenía cinco llamadas de ese número.
El lunes llegó. Llegué tarde, todas mis compañeras me miraban y sonreían, me había perdido algo y eso me sacaba de quicio, fui al despacho de mi jefe para excusarme por haber llegado tarde, esperé en la puerta porque vi que estaba reunido con un hombre, nada del otro mundo, muy normalito. La puerta se abrió y lo oí, era él. Y ese hombre normalito, se convirtió en el hombre más atractivo y deseable de la oficina.
Salió de la oficina, nuestras miradas se cruzaron, sentí un cosquilleo en el bajo vientre mientras mis mejillas se coloreaban. Notaba como me subía la temperatura corporal, me estaba excitando solo con verlo.
Mi jefe nos presentó, le extendí la mano, él me la agarro, dios que tacto más suave, tiro hacia él para abrazarme y darme dos besos.
    -    Tenía muchas ganas de conocerte y poder por fin tocarte y si me dejas acariciarte toda, no dejar un solo rincón de ti sin explorar- Me susurro, me excité aún más, noté la humedad entra mis piernas y la dureza de mis pezones. Tan solo sonreí, no podía articular palabra. - Te llame el viernes para decirte que venía, pero no contestaste.
Fuimos a mi mesa y nos pusimos a trabajar. Se me hizo muy corto el día, entre risas, insinuaciones veladas, roces y caricias rápidas.
Apareció mi jefe, se lo llevo para enseñarle la ciudad y a cenar, luego se irían a algún sitio a tomar unas copas y a saber que más. Yo me fui al gimnasio, necesitaba despejar la mente y pensar en todo lo que había pasado durante el día. Al cabo de dos horas me duché y me fui a casa.
Estaba terminado de cenar, cuando llamaron a la puerta, me puse la bata, abrí y hay estaba él, con una rosa entre los dedos. Abrí la puerta del todo para que pasará. Entró, en su mirada se veía timidez, no dejaba de mirar al suelo. Extendió el brazo para darme la rosa, la cogí, nuestras manos se rozaron y saltó una chispa que recorrió toda mi espalda erizándome el vello de la nuca, a él  le pasó lo mismo, levanto la mirada, esa timidez había desaparecido y se había trasformado en lujuria en estado puro.
Puso su mano en mi cintura, me acerco hasta él, su otra mano la puso en mi trasero y me apretó contra su pelvis, note algo duro.
    -    Eso que notas no es mi móvil. Me has tenido así todo en día. Te deseo.
Me separé de él lo justo para quitarle la chaqueta y la corbata. Él mientras deshacía el nudo de mi bata. Esta se deslizaba por mis hombros hasta el suelo y dejaba mis pechos desnudos al aire. Los miró mientras se relamía los labios, yo estaba muy excitada, los cogió con ambas manos y con su dedo pulgar acaricio mis pezones, esto hizo que se endurecieran. Yo mientras le desabrochaba el cinturón y los pantalones y los dejaba caer al suelo, se quitó los zapatos sin dejar de mirarme a los ojos y saco los pies de los pantalones. Estábamos los dos casi desnudos, notaba su calor corporal y él notaba el mío. Me acaricio la espalda con ambas manos, metió sus manos por debajo de mis nalgas y me aupó. Noté toda su excitación en mí y por mí.
Me llevó hasta el sofá y me dejo caer con suavidad. Salió de entre mis piernas, me quitó las braguitas, volvió a abrirme las piernas y metió su cabeza entre ellas. Note como su lengua se abría paso hasta mis clítoris y lo lamia con calma, sin prisa, yo jadeaba de placer y acariciaba su pelo cano. Apretaba su cabeza contra mí para que no la levantara, mientras con una de sus manos introducía su dedo en mi vagina, eso hizo que me estremeciera y arquera mi espalda de placer. Note su mirada clavada en mi cara, lo agarre por la barbilla y lo atraje hacia mi boca, no besamos como si no hubiera un mañana. Él quedó colocado entre mis piernas, no se cuándo ni como pero se había quitado el bóxer, noté la punta de su pene, pero no me penetró.
    -    Pídemelo, pídeme que entre.- Me dijo con ansía.
    -    Hazme tuya, entra en mí. - Le susurré y así lo hizo. Despacio, sin ninguna prisa, la noche era nuestra, para disfrutar el uno de la otra.
Me penetró, aguanté la respiración para callar un grito de placer en mi garganta, noté como entraba y salía de mi a un ritmo cada vez más acelerado, "Déjate llevar" me susurró, volví a respirar y empecé a gemir de placer, oírme le excitó mucho, sus embestidas fueron más fuertes. Arqueé mi espalda, notaba como su pene rozaba mi clítoris con cada embestida. Metió su mano entre mis piernas y noté como sus dedos empezaban a juguetear, pero sin llegar a tocarme directamente el clítoris.
Apreté mis piernas en su cintura para que parará, me miró extrañado, le empuje de los hombros para que se quitará de encima de mi y se sentará. Me levanté y me senté a horcajadas encima de él, pero no dejé que me penetrara.
    -    Pídemelo, pídeme entrar.- Miré su ojos mientras me mordía el labio inferior.
    -    Pero que mala eres - me dijo sonreía - Déjame entrar, hazme tuyo.
Y así lo hice, agarre su miembro, lo guie hasta mi vagina. Empecé a moverme, puso sus manos en mis nalgas y me marco el ritmo, nos dejamos llevar, jadeando y gimiendo de placer ambos sentimos un espasmo que hizo que nuestros cuerpos se tensaran y llegamos al orgasmo al unísono.
Me deje caer cobre el sofá, él se colocó detrás de mí, me abrazó y me susurro.
    -    Creo que me he enamorado, peque. - Sonreí, cerré los ojos y nos quedamos dormidos.


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