MACILENTO MEGALÓMANO
A lo lejos, el blanco anochecer callaba,
antes de expirar los anhelos, rosas,
en la purísima fragancia del ayer,
donde las mariposas tejen ramos.
En la dolencia dogmática doméstica,
sin hospedarse pertinaz el gris.
El aguardiente se apagaba con la sed.
El camino caminaba suspirando sin cesar,
con el susurro azul donde hierven las pasiones.
Y la transgresión parsimoniosa
Y la famélica inmundicia
Y la estulticia memorable.
Nadie estaba galopando a sorbos,
ni energúmeno malamente sonreía,
ni era ineludible adornarse sólo,
ni era espléndido el embuste,
aunque lo demás fuera lo mismo.
¡Pasajera anfractuosidad indiferente!.
El mismo que a veces llega, imaginado,
de rodillas y apenado, para tocar las hojas,
los ojos, y en la tierra, siembra pesadillas,
como fértil el arado, el humo, el miedo,
como un pañuelo trémulo, estímulo efímero,
verde falso, amarillo inquieto, rojo inútil.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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