VELEIDAD TACITURNA
Con la luz lenta de lunes lejano,
un diamante arroja un río,
cayendo estrepitosa cada espina,
cual humedad traidora en cada flor,
polvorienta memoria amarillenta,
como la hoja en dulce arrobamiento,
que discute del otoño bajo el huerto,
en la vieja primavera, puerta y techo,
con la noche parvada de golondrinas.
El aire, las chispas y el ruido, se quejan.
Allá, el inquieto lirio, punzante cardo,
teje al balcón, sillas y algodones.
Porque el rostro arrastra montañas,
y cabañas, y cañadas, y mañanas.
Ahogándose un grito está sobrio,
cuando las olas encienden los arenales,
y callan la espuma, el humo herido,
y en los arrecifes, el viento despierta,
sones pastoriles de azules llamaradas,
donde las manzanas descansan.
Asfáltica, la primera claridad se petrifica,
en el momento que espera sombrío,
incólume impecable, un olvido vibrante.
Lejano, el instante hace llover mariposas,
aún cerradas las nubes en la campiña,
donde todas las puertas pueden caerse,
donde piden ser aniquilados los candados,
y lograrían escapar las ventanas calladas,
entre las lágrimas de arena trasnochadas.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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