ENAJENADO ANCLADERO
El estanque pescador de buques,
azul brama en la espuma,
y se pierde bajo el ruido revuelto,
de los árboles devorando las ventanas,
y siguiendo la sombra selvática del gato,
en la suerte que se burla hecha mueca.
Es como una lluvia de llaves falsas,
en las horas desiertas e indecisas,
cuando todas las paredes apuntan,
con plumas las estrellas sin zapatos,
hacia el día de la rubia arena.
Ahí los cuerpos son pálidos,
insomnios fatigados con sus redes,
que no encontraron nada, dulce,
al cubrir de cristales y pajas,
el pardo campo de rejas y tejas.
Ya se hincha blanquecino el pueblo,
mientras el polvo sin razón, suspira,
y supura el vientre de terneros,
encima de las cisternas sombrías,
anudando sus patas extendidas,
en el miedo gris del olvido.
Conoce el dolor todos los vientos,
las noches abiertas, los nidos profundos,
las gacelas agitadas, los huertos agrios,
al surcar todos los puentes de orégano,
suprimiendo combustión e ignorancia.
Los candados se apartan unos de otros,
complacientes fetiches, defraudados y tristes
por el oscuro amor de una estirpe viperina,
que huye del día en sus madejas de seda.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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