LA PERRA DE LA VIEJA

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Alicia atropelló al perro de su vecina con su moto, una anciana que vivía en el piso de debajo al suyo. La joven no pudo evitar el atropello porque el perro estiró de la correa, se soltó y cruzó la calzada sin percatarse del vehículo que se le echó encima. La conductora cayó al suelo y se lastimó un brazo, pero sin mayores consecuencias. Nadie la atendió a ella, sino que la atención de los transeúntes fue para el perro agonizante. Los gritos de la vieja se oyeron en toda la calle. La dueña de un bar le prestó una toalla, envolvieron al perro y en el coche de un voluntario lo llevaron al veterinario más próximo, en donde llegó muerto. Alicia fue al ambulatorio que le correspondía para que le hicieran una cura en el brazo. Por la noche, desde la cama, oyó largo rato a la anciana llorar.

Unos días después, Alicia llamó a la puerta de la anciana. Tardó en abrir porque caminaba muy lenta con la ayuda de un bastón. Cuando vio a Alicia descompuso la expresión de su cara. "Lo siento mucho, señora, no pude evitarlo", le dijo "¿Y qué gano yo con que lo sientas?" "Supongo que nada, pero me ofrezco a recompensarle por la pérdida de su mascota en la forma que usted elija", se ofreció la joven. La anciana, a punto de cerrar la puerta, dijo:"¿Acaso te convertirías en mi perra?".

Alicia expresó sorpresa y no supo qué decir en un primer momento. La anciana terminó por cerrar la puerta y Alicia volvió a su casa. A la mañana siguiente volvió a llamar en casa de la anciana. "¿Por qué me molestas otra vez?". "La he oído llorar esta noche y no he podido dormir", se excusó ella. "No esperarás que te pida perdón. Estoy en duelo, no querrás que cante de alegría". "No, lo he pensado mucho y he decidido ser su perra por una temporada, dos o tres semanas que tengo vacaciones". "¿Sabes lo que eso significa?". "No muy bien, explíquemelo usted". "Entra y te lo cuento". Una hora después, Alicia salió de la casa de la anciana. A la mañana siguiente regresó a la casa, la anciana la dejó entrar y la condujo a una pequeña habitación. "Desnúdate, ponte ese collar al cuello y búscame andando a cuatro patas, estaré en la cocina".

Alicia obedeció. Se había decidido a satisfacer a la anciana para no volver a soportar sus lloros nocturnos. Unos minutos después se presentó en la cocina de la manera que le indicó ella. Le señaló un bol en el suelo con comida. "Tómate todo, no hables, sólo ladra si quieres algo. Ahora te llamas Laika". Pasaron los días sin mayores acontecimientos. Dormía en el suelo, sobre una alfombra, hacía sus necesidades en el suelo, que luego recogía la anciana, no hablaba, sino que ladraba si algo no le gustaba. Tuvo que soportar a unas visitas que llegaron un día a la casa para consolar a la anciana. Eran cuatro ancianas como ella que mostraron una gran sorpresa, pues iban a consolarla y se encontraron con que parecía contenta con su nueva perra. "Es muy cariñosa, lámeles los pies, Laika", dijo. Las viejas se descalzaron y disfrutaron con la lamida de pies que les hizo Alicia en su papel de perra.

Fue peor la visita de otra vieja del edificio, que les visitó llevando atado por la correa a un perro humano, un joven que había contratado por un día en una agencia. También caminaba a cuatro patas. "Thor, monta a esta perra", le dijo la visita. Alicia ladró para mostrar su desacuerdo, pero la vieja le azotó las nalgas con un cinturón. "Déjate montar o te azotaré hasta dejarte sin piel", amenazó.  El hombre perro se colocó encima de ella con el rabo ya tieso y la penetró con repetidas embestidas ante la atenta presencia de las dos viejas, divertidas, sentadas en sendas butacas mientras se tomaban un café con pastas.

Alicia no soportó más las humillaciones de la vieja y mientras ésta dormía por la noche se vistió y se marchó a su casa.


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