LA ERA DE LOS "LISTOS" 2
Por franciscomiralles
Enviado el 09/11/2019, clasificado en Cuentos
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Eduardo, todo hay que decirlo, se esmeró con fervor en las tareas que le encomendaba aquel grupo político y se centró especialmente en el área de Mantenimiento fijando su atención en la limpieza de las calles, del Paseo Central de aquella villa, y en la restauración de los viejos edificios de la misma, por lo que en unas próximas Elecciones Municipales en las que volvió a ganar el partido derechista el "gran" hombre fue regidor de dicho departamento.
Poco después de tomar posesión de su cargo, un sábado al ir Eduardo con su mujer, la cual había adquirido un insolente aire de altanería por ser la cónyuge de una autoridad, a almorzar a un restaurante italiano se percató de que allí estaba su excompañero de oficina de la empresa de productos lácteos y se acercó a su mesa para saludarlo.
-¡Qué tal te va hombre? ¿Todavía estás en aquella mierda de empresa? - le preguntó Eduardo con sorna a Alberto.
- Ya no. Pero veo que tu estás muy bien situado en la Política - le respondió Alberto-. Está muy bien eso de trabajar para el bien común. Por la Justicia Social.
- ¡Bah! Esto son utopías. Los partidos de izquierdas viven en las nubes. La verdad es que el pueblo llano se deja deslumbrar por la demagogia. Y aquí quien mantiene al sistema es el gran capital.
Ante aquella insólita revelación Alberto quedó desconcertado porque poco tiempo atrás Eduardo le había expuesto un modo de pensar que era totalmente contrario al actual. ¿Es que acaso Eduardo era un veleta; un chaquetero oportunista?
En efecto lo era en todo momento. Eduardo no tenía ningún principio sólido; se dejaba llevar por los tópicos y era en esencia un hombre insustancial, por lo que solía llevar la contraria sea de una manera o de otra a quien le venía con sus razones, o con sus opiniones. ¿Que le decían blanco? Pues él respondía que negro. ¿Que le hablaban de negro? Él contestaba que blanco. No estaba dispuesto a escuchar a nadie porque él quería ser el único protagonista de la reunión.
- Pues yo ahora me dedico a estudiar un curso de ventas por Internet. Pues el futuro comercial ya está entre nosotros - le confió Alberto al regidor.
-¡Ah muy bien! - expresó Eduardo con condescendencia; como si el proyecto laboral de su amigo no valiera gran cosa.
Y acto seguido el regidor con su habitual elocuencia le dio un largo y aburrido discurso sobre tecnología que hacía dormir al sujeto más despierto para demostrarle a su interlocutor que a él nadie tenía que enseñarle nada.
-¡Pero bueno! Das consejos cómo se tiene que escribir un libro cuando tu eres incapaz de escribir dos líneas. Ahora aparentas que eres un experto en Informática cuando apenas sabes de qué va lo que estoy haciendo - le dijo Alberto a su antiguo compañero de fatigas bastante irritado por la actitud petulante de éste-. Te crees que eres más sabio, o listo que cualquiera porque estás metido en la Política. Pero te diré una cosa. Un día tu suerte puede cambiar, y entonces ¿qué harás tu?
Eduardo envuelto en su aurelola egocéntrica hizo oídos sordos de la advertencia de Alberto y se despidió friamente de él.
Por ello Eduardo no dejaba en paz al jefe de Mantenimiento de la Casa Consistorial; no dejaba de estarle encima en todo momento, incluso en sus ratos de descanso cuando él estaba con su mujer; y por otra parte le amonestaba constantemente por cualquier nimiedad en el trabajo, a pesar de que el jefe de aquella seción sabía mejor que el regidor lo que se tenía que hacer. Sin embargo el verdadero objetivo de Eduardo más que la labor en sí era dejar constancia a su subordinado de que allí quien mandaba era él. Y claro está que aquella ciega postura le acarreaba más de un sonado fracaso en sus decisiones.
Mas ¡ay! Cuando Eduardo menos se lo esperaba volvieron a celebrarse Elecciones Municipales, y el partido en el que éste militaba fue el gran perdedor, por lo que tuvo que pasar a la Oposición. En consecuencia aquel sujeto no tuvo más remedio que ceder su cargo de regidor a otro del bando contrario al que no podía ni ver en pintura, además de perder su buen sueldo de funcionario durante aquellos largos años.
Eduardo intentó fundar otro partido por su cuenta. ¿Con qué ideología? Con ninguna. Sólo pretendía volver a entrar en el Ayuntamiento para controlar a los nuevos políticos y seguir cobrando. Pero el electorado se dio cuenta enseguida de sus oportunistas intenciones y no sacó ni un solo voto.
De manera que aquel superhombre para seguir ganándose la vida tuvo que hacer de representante de articulos de limpieza, con lo que se puso en evidencia que su ego inflado, no era más que una inconsistente y absurda creencia que no tenía nada que ver con su realidad existencial.
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