Boreas

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Ella Entonces rompió a llorar y salió corriendo de la cabaña dando un portazo. Se produjo un tenso silencio.

Mo dio un golpe en la mesa y dijo:

-Dejadla. Es estúpida, no sabe nada.

 Gnoto capto la mirada de su hijo, que se había quedado clavada en la puerta.

El joven entonces se levantó lentamente y salió también fuera. Su padre vio dolor en sus ojos y comprendió entonces que el destino de Bóreas estaba irremisiblemente ligado al de aquella extraña chica. Entendió que no habría fuerza ya en el mundo capaz de hacer volver a su hijo.Bóreas salió al porche.

La noche estrellada cubría el cielo y una brisa lánguida de verano revolvía suavemente sus cabellos. El suave aroma de las flores que se abrían durante la noche impregnaba todo. Mas allá de la luz de la casa se extendía la oscuridad de los prados y la luz de La Señora hacia brillar el rio como un delgada lamina de plata.

Más allá Boreas vio a la menuda figura de la niña abandonar el camino e internarse en el linde del bosque. Un escalofrió recorrió su espalda. ¿Qué hacía? Nadie en su sano juicio se metería allí de noche.

Corrió entonces en pos de ella abriéndose paso a través de la hierba que llegaba a la altura de su cintura.    Mina corría y entre lágrimas alcanzo un claro. En medio de él había una piedra plateada. Se recostó en ella y lloro desconsoladamente.

De repente oyó un crujido a su lado y ella callo. Contuvo el aliento temblorosa.

-¿Quién anda ahí? – pregunto.-

Oh, pobre niñita- dijo una voz desde un oscuro matorral.

La joven se levantó lentamente con intención de salir corriendo. Cuando la voz se percató de ello dijo apresurada:

-No, no huyas. No voy a hacerte daño-

Entonces una pequeña carita de mujer asomo entre los matojos. Debía ser realmente bajita pues no estaba a mucha altura del suelo. Mina se detuvo titubeante

-Solo me preguntaba porque llorabas- dijo dulcemente la voz.

-¿y a ti que te importa? –respondió desdeñosa la chica.

La carita sonrió.Su piel era plateada y hermosa y sus ojos de un bello azul que reflejaba la luz blanquecina del claro. Mina era incapaz de adivinar si la voz era de una mujer o de un hombre.

-En realidad me importa, y mucho. No quiero verte llorar. Dime. ¿Que podría hacer para verte sonreír? 

   Bóreas se adentró en el bosque. Recordó entonces las miles de historias que le había contado el Abuelo relacionadas con aquel lugar. Las terribles criaturas que vivian en madrigueras o en las frondosas ramas de los árboles y que se agazapaban en sus  oscuros rincones esperando a algún desobediente niño Mawa,a algún jovencito desprevenido que hubiera desoído las advertencias de su Padre. Miro el muchacho en derredor suyo y su corazón se encogió escuchando el sinfín de gorjeos, crujidos y cantos ululantes que bailaban a su alrededor.Hizo un esfuerzo y se concentró en la pequeña senda que seguía. Al fin encontró el rastro de unos pies menudos.

-¿Quién eres? – pregunto desconfiada Mina.

-¿Quién soy? Soy alguien que vive solo y rara vez tiene oportunidad de hablar con una encantadora niña como tu.Este bosque está lleno de criaturas estúpidas y mal educadas. Mírate, tú en cambio, eres una linda señorita.La cara fue saliendo poco a poco del matorral. Aquella voz tenía algo de acogedor. La joven se sintió cada vez más relajada, incluso un poco somnolienta. Atrapada en aquellos dos ojos azules, no se percató que detrás de la pequeña cabeza había un cuerpo monstruoso y gigantesco que avanzaba silenciosamente sobre seis patas puntiagudas. Sus movimientos eran lentos y calculados, y apenas hacían crujir la hierba.

-Te..te..tengo que irme-

¿Por qué no te quedas? – La hermosa cabeza sonrió y dos filas de afilados colmillos esbozaron una mueca macabra.

La muchacha estaba paralizada, incapaz de dar un paso. Quería salir de allí pero algo se había ganado su voluntad y su cuerpo no la obedecia.Estaba absorta en aquella mirada que estaba clavada en la suya  con una expresión dulce y a la vez letal. La enorme bestia abandono la oscuridad y salió al claro. Su enorme cuerpo se movía con elegancia felina. Unas rayas listadas recorrían su piel y refulgían plateadas a la luz de la luna. De sus dos patas delanteras, más cortas y acabadas en manitas, surgía un líquido oscuro y pegajoso que fue lanzando mecánicamente a Mina, envolviéndola como si fuese una hábil tejedora que hace un vestido. La niña quería gritar pero el grito se ahogaba en su garganta dormida. Notaba el aliento de la criatura, cuya hermosa cabeza apenas estaba a unos centímetros de la suya, relamiéndose. Con una lengua oscura y puntiaguda...

Bóreas de repente escucho un grito lleno de pánico, lejos a su derecha.

-Mina!!--Apártate!! Corre a la cabaña!!

De un empujón su padre y Mo le apartaron del sendero. Cayo de bruces sobre unos arbustos. Vio a los dos mayores internarse entre los árboles. Entonces se oyó un alarido terrible y amenazador y a continuación una gran detonación. Vio pájaros volar entre las copas de los árboles 

y El bosque se quedó en silencio.

El muchacho corrió en aquella dirección y llego al claro. Su mirada se posó horrorizada en una enorme bestia, muerta sobre un costado, con una cabeza destrozada y humeante. Seis terribles patas yacían estiradas a su alrededor de forma caótica. A unos pocos metros a su derecha estaba su padre con la escopeta echando humo por los cañones y con un rictus de aprensión. Mo se encontraba de rodillas sobre Mina arrancándole a girones el vestido negro y pegajoso que había tejido la criatura. La niña lloraba. Esta vez de terror.


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