No es esta, tierra mía,
tierra de sangre y gloria
es tierra triste, consumida
y olvidada por la historia.
Nunca el fragor de la batalla
alcanzó nuestros muros,
nunca la flecha guerrera
bajó los frutos maduros.
Ni la hoz abandonó los campos
ni el martillo dejo la fragua,
ni las madres parieron santos
ni el vino surgió del agua.
Veinte centurias sin voz alzada
ni modo alguno de resistencia asumida,
pues todo poder que llegaba
con su espada nos sometía.
Nunca causa propia
intentamos defender
y arrastrados a las ajenas
nos vimos sin remedio perecer.
Siempre luchando
en el bando equivocado,
siempre mordiendo el polvo
¿para que haber peleado?.
Ahora vivimos recluidos
en casa, en esta prisión....
recordando pretéritos fracasos
que fueron nuestra perdición.
Acudimos a la vera del amo
cuando él nos dice ¡ven!,
tiránico y cruel reclamo,
del cual el miedo a la autoridad es sostén,
quien uncirá a nuestros hijos
dejándoles su impronta marcada
nos robará lo poco que tenemos
quedándonos así sin nada,
ahogados con la sucia lengua
que su cultura apuntala.
Siendo iluso aún espero
a que un vaivén del destino,
me conceda lo que quiero
que no es sino mejor camino.
Porque algún día que no ha de tardar,
el valor va a llegar,
llenando los corazones
de fuerza, esperanza, e ilusiones.
Y en ese momento que ahora anhelo
por muy dura que mi cadena sea,
quebrarase como frágil hielo
que una maza golpea.
Pues es la libertad el sueño
hacia donde encamino mi rumbo,
cuan horizonte sin dueño
que me aguarda en este mundo.
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