VERBIGERACIÓN MELINDROSA
Porque la imagen que un solo hombre camina por las paredes,
parcas de quebranto y llanto con llantas, majestuoso el viento,
al derramar copioso al árbol, que puede informar, maguarro,
al rubí campesino, turulato, lo que no toca a ninguno.
Infinitas cosas hay, en el camino agitado, alegre, monarca,
el siniestro éxtasis, enrojecido en la tierra, sopladoramente.
Se habla de las piedras en la llanura enfurecido con los labios,
y se equipara, con la planta muerta en su pié amustifado,
con su dulzura al tambor, doblando los esquinosos remediantes,
de la miel, que es preciso saber lo que representan, embelesos,
prematuros topacios y almandarquitas para las personas.
Pues aquellas palabras que tienen este sentido madurable,
y sanguinario brumadriga, garmituerto flaquea ya figurado.
Ni hacer, opinionsetes con un gran recuento, puntiagudo,
de la naturaleza, empezando por las cosas, dichosas platas,
agónicas, fuego, octágonos, claridad y retinas…
Y en el museo disuelto seres más sencillos. Acaramelados.
Un recuento, de quimeras con brisa, gloria y sueños turbados,
en el que ni la humanidad, con ternura ni a sus problemas ama,
alimenta desnuda, pues están presentes, a la que tiene, larga.
Niega mucho respeto, conquistador esclavo,
puesto que se necesita, excelencia, con tesoros,
de cemento, y sería pretencioso,
en el cálido hemisferio cantar una pesada pereza,
armoniosa, sobre los hombros, en la noche germinantesca,
dolorosienta, al nada más pensar en escribir sobre él.
Músculos del relámpago y fragancia traicionera,
en gargagracias, y matudueños.
Muchas opulencias niegan amonedadas lunas.
Más si recordamos, cosa que debiéramos, al misterio azul,
desprecio aminutado embardebrío, con dramapilasterio.
Así cualquiera puede, ante el cuadro inextinguido equipararse,
a cualquier erizado humaredal, y equiparar estrellas con hojas,
por que horripilan encarnadas y que no es menos arbitrario,
al patio amanecer haciendo piruetas que equipararlas con oro,
pecas y paquetes, o con pájaros de ansiedad quietos, lunares,
y tocadiscos melindrosos, en alguna cosa rememoradoramente.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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