Cada día fue uno menos para nosotros.

No le he dado a mi vida el espacio para despedirte. He estado enfrascada en tantos asuntos a propósito de no pensarte. Pero, en este día lluvioso y nostálgico, no puedo huir de todo.

Desde el fondo de mi alma puedo aceptar sin recelo que te amo, pero ya no como antes. Ya no cómo te mereces.

Eso de alejar gente se me da muy bien, siendo honesta lo declaro mi talento principal... no sé si debí alejarte como lo hice. De una forma tan cruel, fría y silenciosa. ¿Cómo despedirme del amor de mi vida? ¿Por qué? Todo dentro de mí demandaba la separación urgentemente, pero mi mente no dejaba de cuestionarme por qué estaba dejándote ir. O más bien corriéndote de mi vida, como si no hubiéramos existido en el tiempo. Pero lo hicimos. Existimos juntos.

Cuando uno caía, ahí estaba el otro para ayudar; cuando uno lloraba, ahí estaba el otro para secar las lágrimas. Cuando queríamos vernos a mitad de la noche, lo hacíamos; cuando decidíamos mentir a nuestros padres con citas inocentes y terminábamos en el cuarto de alguno explorándonos como si nunca antes lo hubiéramos hecho. Nos tuvimos en los buenos y en los malos tiempos, sin embargo, estos son los peores. Y no lo soporté.

Acepto mi culpa sabiendo que te he dañado, así como tú lo hiciste. No te reclamo, no te odio, no tengo un agrio recuerdo; pero si la necesidad de guardar luto a nuestra relación. Quiero permitirme llorar, quiero dejar salir todo el dolor que me embarga. Quiero dejar ver cuánto me afecta la situación, sin embargo, frente a todos me hago la fuerte. Incluso frente a ti.

No sé qué dirá mi versión de mañana o de unos años adelante, pero parte de mí te amará siempre. Por lo que fuimos y hasta por lo que no seremos.

Quiero que sepas que, mientras escribía esto, me permití llorar. Gracias.