EN LA PANTOMIMA LACUSTRE
La mísera extensión, nunca separes,
del dolor del día común, abecedario,
pergamino peregrino, en el humano,
con el lenguaje compuesto impuesto,
en los crepusculares eslabones, fríos,
y en suspiros, la abdicación estilística,
de los asustados moluscos, futuristas,
en las silentes claridades argentadas.
¡Egregio y arquetípico!.
Busca el íntimo anaquel en cuarentena,
donde radica el postrero adiós inquieto,
como el hombre al que dibuja el viento,
al morir aprendiendo agradecer al agua,
que busca las palabras claras y directas,
que hagan dulces y ligeros los fracasos,
al emerger los sentimientos, bestiales,
destejiendo al virginal discernimiento.
¡Elegíaco y azaroso!.
Un discurso, con recto curso iluminado,
que en el sereno sol, ígneo se perpetúa,
ante el amor honesto de la razón justa,
donde anida la paz inmensa, auténtica,
que en cualquier tiempo excelsa luce,
en orillas donde los rayos se detienen,
insatisfechos de los espíritus infectos,
donde el triste tiempo, doliente huye.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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