Mi vecina Carmen.

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Hace casi diez años mi vecina Carmen era asidua de casa. En los fines de semana gustaba de pasar a vernos, venía tan pronto dábamos señales de vida por la mañana y desayunábamos los tres (ella, mi esposa y yo) con buena complicidad y complacencia. Está separada desde hace años y tiene dos hijos mayores. Es simpática, desinhibida, directa y con muchos recursos dialécticos. Durante estos años estuvimos alejados por enfados puntuales que perdieron con el tiempo consistencia, pero de los que costó eliminar sus secuelas. Desde hace tan sólo unos meses hemos reanudado la relación de amistad que nunca debimos perder. 

Del pasado me queda las conversaciones que manteníamos a solas, cuando no ponía reparos en entrar en casa a pesar de no estar mi mujer. Teníamos conversaciones con una carga tremenda de picardía pero sin traspasar determinados límites. De aquella época y sin saber muy bien porqué, me quedó un deseo curioso de masturbarla cuando se sentaba conmigo en el sofá, puede que incidieran circunstancias que nunca supe definir.

Hoy me encuentro de nuevo frente a una situación similar al pasado, ha venido a vernos a media tarde, mi mujer está confraternizando con unas amigas y sé que vendrá ya caída la tarde. Como ocurriera antaño la invito a pasar y acepta sin remilgo aún sabiendo que no está Julia en casa. Ahora tiene el pelo más canoso y ya no tiene la lozanía de entonces, pero sus caderas son contundentes y posee mucha malicia en los ojos. Nos ponemos a hablar y tiene respuestas para todo, está lo que se dice al día, pero a ambos nos prima la picardía y enseguida salen los temas sexuales, a los que ambos manifestamos interés. Recuerdo que en una ocasión me dijo que era estrecha (de vagina), pienso que con ánimo de incentivarme, esta vez me lo repite y aclara que lleva tiempo sin hacerlo y que no sabe cómo responderá, aunque en solitario dice sigue siendo muy activa. Me envalentono y le digo que siempre tuve la fantasía de masturbarla en el sofá donde esta ahora y ella ríe, después se pone seria y me pregunta 

¿Por qué no lo hiciste?. 

Lo tomo como una invitación y le pido que cierre los ojos, me hace caso y presumo que no cabe mayor aceptación. 

Pongo la mano en su hombro y con suavidad la echo hacia atrás y ella se deja hacer. Siento cómo se abandona y comienzo a mover mis dedos hacia abajo, un breve contacto y sus pezones se endurecen y agrandan ostensiblemente, prosigo en una caricia larga, extensa y amplia. En su gesto se dibujan sensaciones nuevas. Encoge la barriga al serpentear su ombligo. El vestido es vaporoso y al dibujar en él su contorno pélvico da muestras de clara excitación. Rebaso sus límites y el contacto es más directo e instintivamente abre sus muslos. Rozo con los dedos la braguita en su zona genital ya húmeda y comienza a gemir de forma queda. Me ayuda a quitarle sus bragas y siento como estoy empezando a cumplir mi fantasía. Disfruto entrando en ella y recorriendo su vulva con delicadeza. Siento su botoncito erecto y le hago giros circulares con estudiada presión y los recibe con un largo suspiro. Le froto con precisión y consistencia y sus gemidos aumentan hasta desembocar en un quejido largo al que siguen las convulsiones de un orgasmo profundo. Estoy tan excitado que me bajo el pantalón del pijama y pongo frente a ella mi miembro deseoso. Carmen inmersa ya en el deseo lo empieza a lamer con fruición, está totalmente entregada. La giro a un lado, me meto entre sus muslos y con parsimonia la penetro, entro y salgo con suavidad, está tan excitada que me pide barrena y le doy a modo de pistón de tren y grita, esta fuera de sí y no le importa que la oigan fuera, me pide tan sólo que continúe con más fuerza. 

Mi perro, un animal grande y cabezón, está también excitado en el porche sintiendo lo que pasa en el salón, se mueve nervioso y emite gemidos. Temo que llame la atención y con rapidez le hago pasar dentro y cierro detrás suya. 

Carmen lo conoce bien y no le presta mucha atención. Me dedico de nuevo a ella pero el animal nos ronda deseoso y sigue emitiendo sonidos de agitado, pretendo apartarlo pero en un descuido se pone a lamérselo y esto a Carmen la pone aún mas cachonda. 

Al perro le sale una verga larga y sonrosada que a ella le llama la atención y a mí al juego. Le pido a Carmen que se dé la vuelta y se coloque en disposición de ser penetrada por detrás. “Balty” parece tener las cosas claras, se coloca nervioso encima suya, la sujeta firme por las caderas con las patas delanteras y busca con precipitación el meterse en ella, le ayudo y lo consigue. Comienza un mete y saca frenético y vigoroso. Durante unos minutos se produce un efecto de verdadero torbellino, debe tenerla enorme porque Carmen grita desbordada por las fuertes sensaciones de la acometida. Después grita y se corre de forma descontrolada, aunque observo como con sus dedos abiertos y rodeando la verga del animal a puesto freno al abotonamiento. Al poco “Balty” sale de ella y le chorrea su verga de dimensiones realmente notables, se aparta y echado a un lado comienza a lamerse. 

La tengo a reventar, Carmen sigue echada hacia delante, los flujos le bajan por los muslos, su culo está abierto y descontrolado, le rozo el ano con los dedos y reacciona con pequeños impulsos nerviosos. Me posiciono bien y la penetro por su arito oscuro que se resiste al principio pero a la vez que avanza va perdiendo consistencia. Entro con fuerza y ella grita y se sujeta bien para que la embista, lo hago y la siento en plenitud. Entro en un mete y saca delicioso y perverso. Carmen grita sin límites porque está totalmente desbordada, me corro clavado totalmente en ella. 

Tardamos en reaccionar, ha sido todo demasiado fuerte e imprevisto, de pronto tomamos conciencia del riesgo que corremos y entramos en precipitación, ella se arregla en segundos y antes de desaparecer me dice,

Nunca imaginé que esto pudiera ocurrir.

Me ducho a conciencia y una hora después de haberse ido Carmen, llega Julia, viene entusiasmada y quiere entrar en detalles, pero su primera reacción es olisquear el ambiente y soltarme,

- Cómo huele de fuerte a “Balty”, tengo que llevarlo a lavar.

En las tres semanas que siguieron Carmen ha venido a casa más de cuatro tardes y no hemos coincidido, en parte porque temo encontrarme a las dos juntas y que Julia adivine cosas, las mujeres son tan intuitivas y sagaces. 


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