Pequeñas fantasías

Debussy con su Claro de Luna suena en mi reproductor; silenciado a oídos ajenos, se vierte nota a nota en mis oídos, se desgrana en pequeñas fantasías que circulan por mis pensamientos y cierro los ojos.

La melodía me transporta imparable a su lado.

Le veo con el delantal sobre la camiseta y los bóxer, con los calcetines gruesos para aislarle del frío suelo de la cocina.

Con sus manos mezcla la harina de maíz con la de arroz integral y el agua, con una sonrisa en sus ojos que miran por la ventana que da a la calle.  

Quizá me está recreando, viéndome desplazarme entre los árboles de amarillas hojas, con el vestido de pequeños lunares que aletea tras de mi con el raudo caminar y los botines negros que llevan sus radares dirigidos hacia él. 

Le añade a la mezcla la leche y la levadura y amasa la mixtura como amasa con pasión mi cuerpo cada noche que la inefable luna nueva y su sombra descansan de su vigilia.

Con tiernos movimientos suelta una pizca de sal y acaricia una vez más la masa, separándola en dos, dándoles forma de senos, tiernos, suaves con una punta crecida en su parte superior.

Imagino su sonrisa, lo que pasa por su cabeza...

Siento sus suaves labios en mi piel. Sus manos acariciándome, dándome forma como acabo de pensarle, al cobijo de las notas que vuelan y me envuelven en su recuerdo.