Mi alumna irresistible

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Le di clases de matemáticas cuando estaba en la secundaria y estimé en ese entonces que se convertiría en una mujer con todos los atributos para volver loco a cualquiera. Después de tres años se puso en contacto conmigo: necesitaba apoyo académico en la universidad. Le dije que sí, ya que continuaba ayudando a alumnos que lo necesitaran. El primer cambio fue que me llamó por mi nombre, Facundo, y no por mi apellido precedido de señor como cuando era alumna de la secundaria.

Cuando vino a la primera sesión mi predicción quedó confirmada. Viviana se había convertido en toda una mujer…y ella lo sabía. Aún debajo de la camisa holgada que tenía puesta se podían apreciar sus pechos de generoso tamaño. Su cabello castaño, largo por debajo de los hombros y sus ojos morenos, no hacían más que resaltar sus facciones. Cuando se fue, no pude menos que admirar sus nalgas.

Viviana continuó viniendo a mi casa de divorciado a recibir el apoyo que necesitaba para sortear las dificultades de la clase que estaba tomando en la universidad. Cada sesión representaba un desafío para mi apetito sexual. Un par de veces tuve que hacer un gran esfuerzo para concentrarme en las ecuaciones y no en su perfume, en su cabello recogido en cola de caballo, en sus labios, en sus tetas, en su cola.

Habían transcurrido cinco sesiones cuando pensativamente determiné que en cada una Viviana se vestía más provocativamente que en la anterior. Ayer, en una tarde fría de lluvia y relámpagos, entró y, como era rutina, caminó delante de mí dirigiéndose a mi oficina. Las calzas que vestía la hacían aparecer poco menos que desnuda de la cintura para abajo. Sus glúteos se bamboleaban al compás de sus felinos pasos. Deduje que iba a ser difícil pensar en ecuaciones y no en esa imagen. Cuando se sacó la campera apareció un ajustado suéter que remarcaba fenomenalmente sus senos. Distinguí la presión de una incipiente erección dentro de mis pantalones.

Quince minutos habían pasado cuando la iniciativa de Viviana mandó la sesión de matemáticas al demonio. Me puso su tibia mano izquierda sobre mi derecha y dijo, mirándome con esos ojos endiablados:

- Facundo, te veo distraído hoy. ¿Te pasa algo?

“Guacha”, pensé, “sabe perfectamente que me está volviendo loco.”

- Para ser sincero, desde el primer día que viniste noté que te habías convertido en una mujer muy atractiva. No solamente eso sino que, además, te vistes de una manera muy sexy. Hoy, por ejemplo, estás mostrando tu cuerpo en todo su esplendor, con perdón de la palabra.

Viviana se me quedó mirando sin hablar por unos interminables segundos y creo que me sonrojé un poco esperando su respuesta. Una sonrisa comenzó a dibujarse en sus hermosos labios. Sin retirar su mano de encima de la mía me dijo,

- Hoy en lugar de estudiar, vamos a coger.

Y no esperó un sí o un no. Se levantó de la silla y se vino a sentar sobre mis piernas. Mejor dicho, sobre mi erección, la cual era imposible de ignorar.

- ¡Facundo! – exclamó al sentirla entre sus piernas. Acto seguido comenzó una intensa sesión de besos en nuestras bocas y suaves mordiscos en cuellos y orejas.

- Vamos a mi habitación. – le propuse, cuando pude articular palabras.

Encendí un par de velas e hice que Alexa nos deleitara con música romántica. Viviana se sentó en un lado de la cama y yo me arrodillé detrás de ella y recomencé mis besos a su cuello y los mordiscos a sus lóbulos.\

- Desnúdame. – dijo Viviana. “Parece que también lee mi mente”, pensé.

Le saqué el suéter, lo único que se interponía con su piel. Mientras seguía ocupando mi boca con su cuello le desprendí el corpiño, se lo saqué completamente y lo arrojé al mismo rincón donde yacía su suéter. Mis manos cubrieron sus tetas y pellizqué sus pezones entre mis índices y mis pulgares. Viviana ronroneaba de placer. No demoré en pararme frente a ella y pronto estuvo totalmente desnuda.

- Ahora es mi turno. – dijo, después que me saqué la camisa, y me empujó hasta que quedé tendido sobre la cama.

Puso sus rodillas a los costados de mi cuerpo y procedió a despojarme del resto de mi ropa. Solo mi erección presentó un problema pero la cara de Viviana al verla compensó.

- Tienes una hermosa verga, – dijo – y voy a disfrutar mamándotela.

Y sin más, se abocó a la obra. Fue delirante sentir su lengua subiendo y bajando por mi falo, lamiendo mi glande, sentir que este último entrara y saliera enteramente de su boca.

- Déjame disfrutar de tus jugos. – le dije, ya satisfecho de sus faenas con mi pija.

- Excelente idea. – dijo y avanzó sobre mi cuerpo hasta que su vulva estuvo directamente arriba de mi boca.

Observé detenidamente los labios ya húmedos de la concha de Viviana y luego subí mi mirada hacia las deliciosas tetas que había tenido en mis manos. Viviana dobló su cuerpo hacia atrás y tomó mi verga endurecida en su mano derecha mientras con la izquierda hurgaba mi cabello.

- No te entretengas, lámemela de una vez. Me muero por sentir tu lengua dentro de mí.

¿Quién podría resistirse a semejante pedido de una exuberante joven mujer como la que estaba arrodillada sobre mí? Comencé a lamerle los labios de la vulva, luego introduje mi lengua entre ambos y también succioné su clítoris con avidez. Sus néctares me empapaban pero era imposible resistirme al sabor y el aroma de los mismos. Mis manos estrujaban los cachetes de su delicioso culo. A ella le resultó imposible detenerme y gritó con pasión cuando tuvo un orgasmo. Su cuerpo se estremeció y sus dos manos atrajeron mi cabeza hacia su chorreante cachucha.

- Cógeme ahora mismo, méteme tu pija. – dijo, y se arrojó de espaldas a la cama.

Abrió sus piernas doblando sus rodillas invitándome a penetrarla y lo hice con todas mis ganas. Mi verga entró en su vulva empapada sin problemas, hasta que nuestros pubis chocaron con frenesí. Las entradas y salidas de mi verga en su concha se sucedían continuamente, acompañadas de los suspiros de Viviana y el ruido de nuestros cuerpos chocando con cada penetración. Tomé su nalga izquierda con mi mano derecha y la hice girar hasta que estuvimos de costado. Mis piernas quedaron entre las suyas y logré así una mayor penetración al tiempo que ganaba acceso a sus tetas y su boca.

- Penétrame bien adentro. – pidió y entonces disminuí la secuencia de mis entradas pero empujé mi falo para propinarle profundas estocadas. Mi mano derecha estrujaba su glúteo y ella atraía el mío hacia su cuerpo. Estábamos estrechamente apretados el uno contra el otro.

- Voy a acabar. – le advertí.

- ¡Descarga tu leche! – dijo con una sonrisa malévola.

Comencé a eyacular a la siguiente entrada de mi falo. Continué entrando, saliendo y vertiendo mi semen dentro de mi estudiante mientras ella gemía de placer con un nuevo orgasmo.

Vaciado dentro de Viviana, mantuve su cuerpo pegado al mío atrayendo hacia mí su nalga. Le acaricié y chupé las tetas y nos besamos con pasión.

- Muy buena lección, profesor. – susurró en mi oído.

- Euler y Pitágoras hubieran estado muy contentos. – le respondí.


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