Estoy semidesnuda trasteando en el balcón, hace un poco de fresco y mis pezones se marcan bajo la camiseta ajustada. Pequeños, de color intenso, sobresalen de mis pechos generosos.
Justo llegas del trabajo y me pillas con el tanga y la piel erizada. Me saludas y me besas en la mejilla, me besas en los hombros, me tocas las tetas con esmero sin importar que haya vecinos mirando y dejándome con unas ganas tremendas te vas a duchar.
A los cinco minutos reapareces por el comedor, desnudo, con la polla hinchadísima y una cara de niño bueno y una sonrisa, me llamas y me preguntas si se me ocurre algo para sosegarla. Y por descontado que se me ocurre.
Me quito la camiseta, te la agarro con una mano, te llevo al sillón orejero y te siento en él.
Me agacho y de rodillas aún sin soltarla me dedico por completo a recorrerla suavemente con mi lengua. La repaso por toda su extensión, la dejo húmeda y la froto contra el glande igual que cuando la paso por mi chochito, hasta que me coges por la cara con tus manos, me miras y me pides con ansia que te la mame hasta escurrirte.
Estoy hipercachonda, te hago lo que me pides porque siento que lo necesitas, pero yo lo que quiero es montarte y cabalgarte.
Mueves mi cabeza ayudándome a coger tu ritmo. Tus caderas empiezan a moverse al mismo tiempo y con la mano acaricio tus testículos suavemente. Te dejo hacer un poco, hasta que te la agarro con la mano y la muevo firme hacia arriba y hacia abajo, cogiendo ritmo con tus movimientos y mi boca. Siento tus manos que se estiran y con los dedos pellizcas mis pezones, ya bastante tiesos entre tanta excitación.
Ooooh, empiezas a gemir. Sabes que no voy a parar hasta que te corras y me llenes la cara con tu leche.
Cada vez te mueves más rápido y todo lo muevo a tu compás. Gimes más y no puedes soportar el placer que empieza a subirte por dentro. Me despeinas. Los ojos entornados, que se abren apenas para mirarme, tus labios semiabiertos exhalan el aire con furia y gritas
—Más! Joder! Me corro, sigueeeeeeaaaaaahhh!
Y salen las primeras gotas que me avisan de tu inminente orgasmo.
Dejo sólo la lengua acariciando el pene a punto de estallar y mi mano termina el trabajo hasta que llega tu leche disparada hacia mi boca, mi cara, mis pechos...
Tu aullido de placer se oye hasta el piso de al lado, pero ya estarán acostumbrados...
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