Vivan aquellos que quieran.

Voy por el mundo sin la certeza del mañana, pero eso no me hace diferente a ningún mortal. Ni mis peores problemas me alejan de mis semejantes, pero soy presa fácil del fatalismo.

Es peor que una pesadilla, porque siento cómo se me cuela hasta las entrañas y se aferra a cada parte de mí para invadirme.

La cordura me abandonó hace un par de años. Quise recuperarla, pero parece que no tendremos reconciliación, pues no puedo salir de mi relación tóxica con mi mente.

Anhelo tanto la libertad. Anhelo tanto poder un día encontrarme, saber quién soy sin cambiar al día siguiente. Sin embargo, todo aquello que deseo se ve lejano e imposible.

 ¡Si mañana ya no estoy, pues mejor!