LA CICATRIZ

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Todos los días a primera hora de la mañana iba la enfermera a su casa a curarle la tremenda cicatriz de la operación a corazón abierto que había sufrido. La esposa del paciente asistía a la cura por si podía ayudar y aprender a curarla en el caso de que un día no fuera la enfermera. A los cinco días, la enfermera llegó más tarde de lo habitual a casa del paciente y la esposa se había ido a hacer la compra. El enfermo se quitó la camiseta del pijama y se acostó en la cama, como todos los días. La enfermera, mientras tanto, preparó los utensilios de la cura. "Parece que la cicatriz va mejor", comentó ella. "Aún supura un poco, pero menos", dijo él.

Mientras realizaba la cura, la enfermera empezó a excitarse sin poder disimularlo. "¿Qué te pasa?", le preguntó él. La enfermera se incorporó. "¿Puedo beber un poco de agua?", preguntó. "Sí, claro, ve a la cocina si quieres", le dijo él. La enfermera acudió a la cocina, se llenó a medias un vaso que cogió de la estantería, se lo bebió y regresó al dormitorio del paciente. "¿Tardará tu mujer en regresar?", le preguntó. "No lo sé, pero se ha dejado las llaves", le dijo él. "Mejor", comentó la enfermera empezando a quitarse la ropa. Desnuda, se acostó sobre el paciente, le acarició y le besó la cicatriz que le cruzaba el pecho de arriba abajo, metió una mano bajo el pantalón del pijama, extrajo su pene enhiesto y se lo introdujo entero en la boca. Lo lamió expertamente hasta que él estalló con un prolongado gemido cogiéndole la cabeza para que no se apartara.  Luego ella fue al baño, se lavó la boca y se vistió en el dormitorio.

"Me excitan las cicatrices", le informó al paciente. "No lo puedo evitar, espero que seas discreto y mantengas esto en secreto. Hasta hoy, en ausencia de tu mujer, me he aguantado, pero ya no podía más", se explicó. "Se trata de una parafilia, que se llama estigmatofilia", le informó. 

"Se llame como se llame, me ha encantado", comentó él con una sonrisa placentera.


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