Fueron dos años nefastos. Mi matrimonio se hundía. Mi marido bebía en exceso y muchas noches no volvía a casa hasta el amanecer. Mi querida hermana, Isabel, se marchó a Italia para cubrir un reportaje sobre la mafia calabresa. Un triste día me comunicaron lo que pensé que me volvería loca: mi hija padecía leucemia.
Todavía no habíamos digerido la horrible noticia cuando la policía me comunicó que mi esposo había muerto. Había recibido dos balazos en un callejón. El funeral fué rápido y casi indoloro. Además, estaba demasiado preocupada con la enfermedad de mi hija. Debíamos encontrar donantes de médula compatibles para un trasplante que le salvara la vida.
La búsqueda fue tan intensa como infructuosa.
Meses más tarde volvió mi hermana de su prolongada estancia en el sur de Italia. Venía con Bettina en sus brazos, su niña nacida en Palermo. No quiso explicarme nada, tampoco la presioné. Sólo deseaba educarla en España. Me alegré mucho de su regreso. Ahora yo deseaba, más que nunca, estar con alguien a quien quería de veras.
Insistió en hacerle pruebas de compatibilidad a su hija. Pruebas absurdas por tratarse de primas y no de hermanas, como los médicos sugerían, pero yo estaba desesperada y buscaba un milagro… y el milagro se produjo. ¡Eran compatibles!
Las semanas siguientes se sucedieron entre nervios, rezos y mucho café. Mi hija se había salvado.
Unos meses después, una noche mientras las niñas dormían, Isabel me lo contó.
Hacía poco más de dos años, mi marido se encontraba en casa. Ella tuvo que ir a la misma a buscar unos papeles que me hacían falta en ese momento .Entonces, borracho, la violó.
Isabel se marchó a Italia donde dio a luz a una niña fruto de aquel acto brutal.
Mi hermana es periodista y una auténtica conocedora del mundo del hampa. Contactó con un sicario que, por unos cientos de euros, era capaz de acabar con cualquiera.
El asesino cumplió con el trato. Esperó al hombre una noche en un callejón y acabó con él de dos disparos a quemarropa.
Nunca se volvió a hablar sobre el tema. Las cuatro vivimos, desde entonces, en armonía bajo el mismo techo.
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