La luz en la pared

Aquella mañana mi cuerpo despertó antes que mi mente. Me sorprendí sentada a la orilla de la cama, viendo fijamente la pared blanca frente a mí. El sol le daba directamente, mis ojos sufrieron la luz recibida y fue cuando estuve consciente de que estaba ya despierta. Consciente de que había pasado una noche más.

Trato de convencerme de que estos episodios cesarán cuando esté más avanzada con mi terapia y los medicamentos hagan su correspondiente trabajo: mantenerme a raya. Pero es que la vida se ha tornado extraña desde que no estás aquí. Creí que una vez que vieras las cosas como yo, estaría contenta y podría superarnos más fácil; sin embargo, no me distingo por creer lo correcto.

Ahora que parece que te has marchado para siempre y que no echarás un vistazo para verificar si sigo por ahí, la vida duele más. Porque de pronto ante tu ausencia razono que teníamos más opciones, otras alternativas, pero ya no siento que pueda decirte lo que quiero. Y lo siento así porque soy presa del orgullo, ¿qué caso tiene seguir haciéndonos daño?

En el fondo, quiero destruir todo sólo para ver si así descansa mi alma, porque cada segundo que avanza significa extrañarte más. Quiero olvidarme de nosotros, de lo que fuimos y de lo que no seremos; estoy cansada de pensar. ¡Yo quiero tantas cosas! Y entre todo eso figuras tú.

Ahora mismo no sé si quiero que regreses, pero tampoco quiero que te vayas por completo. Me conformaría con tu mala presencia a fingir que no existimos y…

Agh, otra vez la luz en la pared.