Ella es la persona que más quiero en el mundo. Desde la amistad y las peleas me enseñó lecciones muy importantes para la vida. Quizás no sea consiente, pero esos aprendizajes me hicieron crecer. Nadie está exento de cometer errores. Lo importante es darse cuenta del error y pedir disculpas mientras haya tiempo.
Ella apareció en mi vida en un momento horrible. Me regaló su escucha y su amistad. Me sacó muchas sonrisas y me dejó entrar en su locura. Pero no es una loca peligrosa, sino que, es una loquita linda, de esas divertidas que alegran el día con un mensaje.
Ella tiene un gran corazón. No conoce el odio y sabe perdonar hasta las estupideces más grandes, pero cuidado, no es tonta. Fingir arrepentimiento o cometer el mismo error dos veces, no se puede.
Ella es atractiva. No solo es hermosa, sino que, es inteligente. Se esfuerza como madre, en lo personal y en lo profesional. Tiene metas que cumplir. Metas que está cumpliendo. Cada uno de sus logros es un motivo de alegría.
Ella llegó a mi vida y, desde entonces, es un motivo para festejar los trescientos sesenta y cinco días del año. Muchos esperan ocasiones especiales para festejar, pero ella hace que todos mías días sean especiales.
Ella te encandila con su sonrisa. Tiene una voz que se clava hasta lo más profundo del alma. Disfruto mucho escuchándola.
Ella nunca te va a maltratar. Nunca que va tratar con mala onda. Siempre está dispuesta a un “buenos días” sincero. Tampoco te va a mentir, pero no le hagas mal porque va a cortar de raíz, cada ser tóxico que se encuentre.
Y aunque no sepas quien es ella, su nombre genera una combinación de sensaciones agradables que son difíciles de explicar y si te ofrece su amistad, es una de las cosas más valiosas que tendrás.
En definitiva, ella es de esas personas que no abundan en el mundo y a todos nos gustaría tener para hablar, disfrutar de momentos, o para escuchar la valentía de decirnos lo que hacemos mal.
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